viernes, 29 de septiembre de 2017

De Renji: Prisionero. Capítulo 1 – Parte 2



Tus carcajadas se escuchan por todas las cuevas de los complejos, el eco es avasallador, escalofriante, pero eso a ti ya no te importa, sigues riendo mientras impulsas tu cabeza hacia atrás lentamente. Los prisioneros que se encuentran allí te miran atónitos por tus acciones; poco a poco bajas tu mirada fría, loca y maliciosa sobre ellos, los ojos exaltados y la mueca desagradable que deja ver tu sonrisa alargada de una mejilla a otra.
Tu risa cada vez se vuelve más lenta y menos expresiva, te levantas tomándote tu tiempo mientras inclinas la cabeza de un lado a otro, evaluando a quienes te rodean, entonces murmuras quebrando el silencio que ha dejado tu risa: Qué haremos para huir…
La mirada de los demás se ensombrece y no existe respuesta alguna más que la decisión de quienes ya aceptaron su inminente final.

Tú, sin embargo, te sientes fuerte, poderoso e indestructible, aprietas fuerte tus puños y gritas: ¡COBARDES TODOS!, seguido de un puñetazo al barracón. Escuchas el silbido de un látigo tan pronto como restalla sobre tu espalda. Gritas quejándote como si viniese desde tus vísceras, arde la piel, sientes como la sangre tibia escurre por tu espalda y la mueca de tu sonrisa comienza a deformarse junto con tu rostro. La mirada enfurecida y destructiva junto con tu sonrisa forzada no dejan más a la vista que la locura que ensombrece tu mente.

Entran dos trollocs en las barracas, parece que hoy hay cena, y tus huesos están en el menú. Caminas sin más y te agrupas con los esclavos aterrorizados, mientras sientes su miedo, para ti una oportunidad que debes aprovechar. A tu lado, un viejo mira a sus opresores acercarse, esperas hasta que estos estén lo más cercanos a ti, y golpeas fuertemente con tu codo las costillas del anciano sintiendo como una de estas se rompe por la velocidad y potencia de tu golpe, llamando la atención de las bestias, te escabulles por el lado de los trollocs mientras ambos centran su atención en el andrajoso anciano y empiezas a correr sin importarte la suerte de los demás, en especial la del anciano al cual acabas de sacrificar. Sales rápidamente de las barracas aprovechándote de las coberturas que te permiten las rocas y te escabulles como una serpiente entre las sombras.

Intentas trazar un plan tan claro como las aguas del rio Tarendrelle, comienzas a pensar profundamente sin perder atención de tu entorno, vagas por tu cabeza, pero nada encaja, nada se conecta entre sí, tus pensamientos parecen confusos, es más, parecen no estar en orden, de pronto captas tu atención en una frase, “Sobrevivirás si la Luz lo quiere, y si no lo quiere también sobrevivirás de todas formas”, ríes casi enmudecido intentando aislar todo sonido, te arrastras de un parapeto a otro, aprovechando cada instante para obtener una imagen de lo más cerca que puedes ver entremedio de tanta oscuridad.

Te trasladas al próximo saliente que te permite ponerte a cubierto. Elevas tu mirada por encima de la roca y observas a un trolloc vigilante. Sin embargo, al hacerlo mueves una roca que se desliza por una pequeña pendiente y el engendro fija su mirada en dirección hacia donde te encuentras. Con rapidez, te agachas y pones tu espalda contra la piedra, protegiéndote. Sientes el aumento del pulso en tu ritmo cardiaco, cierras tus ojos y piensas que harás, ejecutas una serie de movimientos en tu cabeza los cuales supones que te llevaran al éxito en tu hazaña, te concentras apartando tus emociones y te vuelves frio como un tempano de hielo, abres tus ojos alerta a todo, el sonido de sus pisadas acercándose son como descargas de adrenalina, una sonrisa en tu boca se dibuja y piensas para ti mismo: “Romperé los huesos dentro de tu carne”.

Un trolloc comienza a asomarse y de un rápido golpe con la primera piedra que encontraste dañas la zona del cuello, hiriendo sus cuerdas vocales con el impacto. Se agarra la garganta sin emitir ningún bramido. Rápidamente te levantas y sin miedo alguno coges la cabeza de hiena del trolloc y la golpeas fuertemente contra la piedra, la bestia cae inconsciente al recibir el impacto con toda la fuerza y peso de tu cuerpo; lo arrastras tras la roca y lo abandonas allí mismo.

Quieres volver a reír a carcajadas pero te contienes, ya estas mucho más cerca de lograrlo, sigues parapetándote entre cobertura y cobertura, sin hacer el mas mínimo sonido, caminando como un gato. Protegido bajo el manto nocturno te mueves de un sitio a otro buscando la salida. Ya ha pasado rato y algo te dice que estas cerca de abandonar este lugar. Después de evitar a tanto engendro no querrías otra cosa más; sin aviso alguno se te viene otro pensamiento a la cabeza, por si no fuera poco intentar responder a cómo salir de aquí, ahora tenías que pensar como ir a casa, ¿casa? ¿Cuál casa? El camino a casa…

Toda tu atención se desvía de tus pensamientos y se posa en una tenue luz que se cuela por una de las esquinas. Allí debe estar la salida que buscas, rápidamente miras y comienzas a sortear a los trollocs casi llegando. De pronto giras la esquina y la fuente de luz que desprendía tal brillo está detrás de una figura humana de la cual no puedes ver más que su capa con capucha, intentas mirar su rostro, pero la oscuridad cubre de tal manera que no puedes ver bajo el manto, todo queda en silencio; puedes escuchar tu respiración, entonces no se te ocurre nada más que atacar a la figura.

Cargas contra la figura con toda disposición de asesinar a quien entorpece tu escape, engendro o humano, criatura o animal, deidad o demonio, nada podrá evitar que tu salgas de allí, entonces una voz hace que tu piel se erice, su tono causa un espanto en tus oídos, como las mil voces en aquel lugar, te abstraes y tus pupilas se dilatan, tu cuerpo se contrae y tiemblas, tus piernas no soportan tu peso y te arrodillas dejando de lado toda maniobra ofensiva o defensiva, no eres más que una diana esperando que un proyectil le impacte.

Alguien pregunta ‘Has disfrutado tu paseo por estas cuevas?’

Dices con dificultad ‘Que… que… que eres… que tipo de control ejerces sobre mí?

Alguien sonríe de manera malévola dejándola ver tras la oscuridad que hay bajo la capucha y te mira de pies a cabeza diciendo ‘Mi nombre no es digno para tus oídos maldita basura, te he observado desde que saliste de las barracas, en tu mirada hay algo que me gusta, algo que deseo… ¿Temes a la muerte débil insecto?’

Tu rostro se ha puesto pálido y sientes como miles de voces quiebran el silencio que hay en tu cabeza, tomas tu rostro con tu mano y comienzas  a reír sin poder controlarlo, murmuras frases sin razón alguna, carentes de significado y realidad, como si hablases con miles de réplicas de ti mismo a la vez. Entonces lentamente alzas la mirada y buscando un rostro donde no lo puedes ver…
Dices 'temo morir... tengo miedo de morir ahora'
Miras con los ojos dilatados y llenos de terror por la sensación que te provoca mirar a quien te habla.
Alguien dice 'morir, hay muchas maneras de morir... pero en ti yace algo que me interesa'
Dices 'en mí? en nosotros?!'
Alguien dice 'solo tú tienes ese don que ando buscando entre todos los pequeños insectos mortales que habitan estas malditas tierras'
Alguien parece meditar unos segundos.
Alguien dice 'eso y solo eso te ha librado de ser devorado por los sabuesos o por tus propios congéneres'
Te tomas el rostro con la mano derecha y te largas a reír a carcajadas al escucharte pensar a ti mismo.
Alguien se parte de risa y con prontitud se abalanza contra ti y te toma fuerte por la garganta.
Alguien dice 'te crees  gracioso idiota?'
Pones tus manos en su brazo e intentas sacudirte sin resultado alguno.
Susurras con dificultad 'no, para nada...'
Alguien dice ' así que te has abandonado a la locura de tus propios pensamientos… escuchas voces?'
Dices 'todo el tiempo, a cada minuto, gritan en mi cabeza, chillan con intensidad, sangre, desean sangre'
Te tomas los ojos aterrorizado mientras poco a poco pierdes el color de tu rostro.
Dices 'mis ojos no, los arrancaran de mis cuencas!'
Alguien dice 'no son más que una barrera...que no te deja ver lo que en realidad necesitabas… deja ya esa porquería gusano'
Alguien aplica mayor fuerza a su agarre por tu garganta
Sostienes el brazo quejándote de alguien!
Alguien dice 'tienes aptitudes, las tienes pero... debes ordenar tus pensamientos, y también tus voces'
Comienzas poco a poco a sentir la pérdida de la fuerza y ya sueltas el brazo de quien te sostiene por la garganta.
Alguien suelta tu cuello permitiéndote respirar.
Alguien dice 'yo puedo enseñarte el camino… es difícil, pero sus recompensas son ínfimas, '
Miras a Alguien expectante a lo que dice.
Alguien dice 'todo se puede conseguir  y más de lo que puedas imaginar en tu perdida cabeza'
Alguien parece meditar unos segundos.
Alguien dice ‘no te hablo de grandes tesoros, te hablo de un poder inigualable’
Dices 'solo quiero salir de aquí, pronto’
Dices 'las bestias, los demonios vendrán por mí, sus cabezas, enormes cabezas, osos, buitres y hienas'
Te encoges de miedo.
Alguien dice 'solo si decides seguirme  estarás a salvo de esas criaturas y es posible, que con el entrenamiento adecuado ellos teman de tu presencia, pero para eso… debes demostrar lo que vales’
De pronto te tranquilizas y miras fijamente a Alguien.
Dices ‘tal es tu poder, que puedes controlar a estas bestias y merodear junto a ellas sin ser su presa?'
Alguien te señala que mires atrás.
Miras atrás y vez como dos enormes trolloc están parados tras de ti, sin tocarte siquiera.
Alguien dice ‘Solo has vivido porque yo lo he permitido,  y ahora me debes tu vida… o muere’
Alguien sonríe con malicia y perspicacia.
Alguien susurra 'sangre, sangre'
Te estremeces al escuchar a Alguien susurrar.
Dices 'Sangre... dulce de beber'
Te ríes despiadadamente como si estuvieses disfrutando en lo que estás pensando.
Alguien dice ‘Entonces muchacho, que eliges… vives o mueres ahora mismo'
Dices 'debo pensarlo, mejor dicho debemos pensarlo...'
Alguien dice ‘Tu y las voces?’
Asientes a lo que a dicho alguien.
Alguien se abalanza sobre ti y te toma por el cuello azotándote contra la fría roca mientras te asfixia.
Alguien dice 'Tienes un par de segundos antes de que te sofoques’
Te sacudes con dolor mientras intentas decir algo.
Alguien sonríe malévolamente.
Dices 'ya lo pensamos, aceptamos… será un placer… '
Alguien te suelta del cuello y te ve deslizarte por la pared de roca, posando su mano en tu hombro.
Alguien dice 'has acertado en tu sabia decisión muchacho'
Alguien dice ‘Estabas a punto de convertirte en la comida de esos dos tras de ti’
Dices 'comida seré si usted me lo ordena'
Alguien dice ‘me gusta lo que oigo muchacho, sin embargo aún debes probar tu valía'
Te abstraes y piensas con profundidad.
Alguien te señala con el dedo.
Alguien dice 'tú serás mi aprendiz!... Mi joven aprendiz y con esfuerzo, llegaras a ser fuerte y veloz, más hábil de lo que puede pensar tu minúscula cabeza en estos momentos, idiota'
Sonríes mientras oyes a tu Maestro hablar.
Dices ‘Claro maestro, lo seré, lo seremos, todos lo seremos, seremos tus aprendices'
Te tomas la cabeza con las dos manos y tu rostro cambia de semblante!
Te sientes vigoroso y lleno de energía mientras piensas.
Te llevas la mano al rostro y ríes a carcajadas!
Alguien dice ‘Ahora tu encargo será ir a Amador, necesito que hagas algo por mí, pero con cautela, cuidado mucho cuidado’
Dices 'Amador? eso queda, lejos... más lejos que lejos? alguno de nosotros debería saber llegar... '
Hablas simultáneamente con miles de ti.
Sonríes malévolamente.
Alguien dice 'puede que en tu viaje, aprendas cosas útiles, algunas aptitudes que debes tener por instinto’
Alguien te da unas herramientas de tortura.
Piensas profundamente mientras discutes contigo mismo.
Observas el considerable grupo de herramientas que te ha pasado para aplicar tortura.
Alguien dice ‘aprenderás a utilizarlas, lejos de aquí’
Alguien sonríe malévolamente.
Dices 'lo hare maestro, nuevas noticias tendrá de mí, tan pronto lleguemos a Amador'
Alguien dice ‘Me pondré en contacto contigo, atento al cielo mi joven aprendiz '
Alguien sonríe malévolamente.
Tomas el peso de tus herramientas y no sabes dónde ponerlas entre las escazas y destrozadas ropas que llevas puestas.
Miras a Alguien y sonríes mientras piensas lo que puedes lograr con ellas.
Alguien dice 'escóndelas bien, es mejor que no se sepa su procedencia para evitarte problemas’
Asientes a lo que dice Alguien y dices 'lo tendré presente, lo tendremos'
Alguien dice 'seria gracioso que tuvieses que pensar en algún fatal desencuentro para tu adversario si llegase a ver esas herramientas'
Alguien sonríe malévolamente.
Alguien dice 'tú ya me entiendes'
Alguien se frota las manos.
Sonríes mientras hablas contigo mismo.
Alguien dice 'bien dicho esto muchacho, ve raudo hacia Amador, allí te esperan nuevas experiencias’
Clavas tus ojos en Alguien tratando de ver su rostro.
Alguien dice 'no intentes saber quién soy, o quien tendrá un fatal desenlace serás tú inútil'
Quitas rápidamente la vista de Alguien.
Alguien hace un ademan para que te vayas.
Alguien dice 'sal de aquí ya!'
Miras hacia atrás por encima de tu hombro y observas a los dos trolloc.
Alguien dice ‘no te atacaran! Vete te dicen!'
Sales rápidamente, sin perder visión de la tenue luz que esta tras tu maestro. Al salir los rayos del sol te encandilan y sientes el frío viento que proviene del lado norte de la llaga. Aun así, ya has salido…

miércoles, 27 de septiembre de 2017

De Keiven. Una visita inesperada



Abrí los ojos sin recordar dónde me hallaba o cómo había llegado allí. Me encontraba en una estancia de la Torre. La mampostería sí me resultaba familiar. No había ventanas y el camastro sobre el que estaba tumbado era estrecho y de aspecto poco confortable. Una puerta, cerrada, era el único hueco visible. Me mareé nada más tratar de levantarme. Las muñecas temblaban por sostener el peso de mi espalda erguida.
—Si no estuviera segura de que no eres Taveren, pensaría que eres uno de ellos. Pero no, eres un fronterizo de pura cepa, de eso no cabe duda.
La voz, serena y calculadora, pertenecía a la mujer rechoncha que se sentaba en el rincón que mi postura me ocultaba. Con sumo cuidado, me giré hasta encontrarme con una hermana. Se cubría los hombros con un chal de flecos marrones. Su rostro intemporal no ocultaba unos rasgos duros, enmarcados por una melena rizada que acentuaba su cara redonda.
—¿Qué me ha sucedido, hermana? —Fue todo lo que atiné a decir. Si había herido alguna susceptibilidad, no lo dejó traslucir.
—Te caíste en medio de uno de los pasillos, balbuceando palabras en la antigua lengua. Tuviste suerte de que me hallara camino de la biblioteca —dijo todo aquello con una mueca de contrariedad por verse obligada a dar explicaciones.
—Yo no hablo esa lengua, apenas conozco algún poema en…
—No pongas en duda mis palabras, muchacho —el tono había cobrado una cualidad casi física y restalló en mis oídos como un relámpago.
—Cla… claro, hermana, lo siento, aún estoy aturdido.
—Te dirigirás a mí como Anedra Sedai, chico.
Asentí, lo que me costó una nueva náusea que apenas reprimí.
—Dime —continuó como si comenzara la conversación de nuevo. Tuvo hasta el detalle de hacer flotar una taza de té humeante hasta mis manos, sin molestarse en preguntar si quería. En cualquier caso, lo agradecí—, ¿has tenido sueños extraños, como si caminaras por un mundo similar al nuestro pero… —buscó las palabras con la evidente intención de explicarlo a un lerdo. Y tenía razón, cada vez entendía menos lo que se proponía— con una luz que provenía de todas partes y ninguna?
—No, Anedra Sedai. Al menos que yo recuerde.
—Bien, pasemos a otro punto. ¿Y recuerdos que invadan tu mente como propios?
Me quedé helado. ¿Cómo podía ella saber…? No confiaba en ella. A decir verdad, desde mi llegada a la Torre Blanca, no me había topado con ninguna Aes Sedai que despertara en mí el más mínimo sentimiento de cercanía. Siempre envueltas en sus asuntos, ignoraban al resto de habitantes de la torre y yo no estaba, precisamente, entre los más destacados. Pero aquel asunto era algo que no me había atrevido a contar al Señor de Guardianes ni al propio Sartek, mi mentor.
—No es necesario que respondas, muchacho. Tus ojos y tus dudas me lo dicen todo. Tus estrafalarios ropajes, esa espada que llevas… He oído que eres un músico de dotes… digamos aceptables.
Me ardían las mejillas pero no lograba discernir si se debía al embarazo o a la ira. Me envolví en el vacío, concentrada la mente en la llama que titilaba en su centro aislándome de las emociones para apaciguarme.
—¿Qué recuerdas de tu infancia? ¿De tus padres? ¿Tu casa en Fal Dara te resulta familiar? —las preguntas se disparaban como virotes y era incapaz de esquivarlas tanto como de asimilarlas. Anedra sabía algo sobre mí que yo mismo ignoraba. Claudiqué con mi respuesta, la aceptación de que ella tenía razón, intuyendo que no me quedaba otra vía para desempañar la niebla de mi pasado.
—He oído algunos casos como el tuyo en los últimos tiempos —prosiguió—. Con el advenimiento del Dragón renacido, el entramado ha entrado en una espiral vertiginosa… —Se levantó para irse. Se marchaba sin despedirse, cuanto menos sin resolver el enigma.
—Hermana, yo…
Me envolvió el calor y, de pronto, era incapaz de mover un solo músculo. El Poder Único. Me había inmovilizado con el Saidar y ni siquiera se había girado a mirarme. No me quedó otra que contemplar la puerta al cerrarse tras ella. Los flujos que me retenían se disolvieron poco después. A trancas y barrancas, me levanté y llegué hasta el picaporte. No estaba encerrado, pero al asomarme al corredor, estaba desierto. Ni el leve rumor de unos escarpines delataba que alguien caminara por él en cualquier dirección. Al misterio de mis orígenes, se sumaba ahora el de aquella marrón circunspecta y sus conocimientos no compartidos. ¿Debía hablar de ello con el señor Farid o esperar acontecimientos? Cuando regresé al barracón, me encontraba físicamente recuperado, pero mi mente era un torbellino en el que me aterraba atisbar.


Abrí los ojos sin recordar dónde me hallaba o cómo había llegado allí. Me encontraba en una estancia de la Torre. La mampostería sí me resultaba familiar. No había ventanas y el camastro sobre el que estaba tumbado era estrecho y de aspecto poco confortable. Una puerta, cerrada, era el único hueco visible. Me mareé nada más tratar de levantarme. Las muñecas temblaban por sostener el peso de mi espalda erguida.
—Si no estuviera segura de que no eres Taveren, pensaría que eres uno de ellos. Pero no, eres un fronterizo de pura cepa, de eso no cabe duda.
La voz, serena y calculadora, pertenecía a la mujer rechoncha que se sentaba en el rincón que mi postura me ocultaba. Con sumo cuidado, me giré hasta encontrarme con una hermana. Se cubría los hombros con un chal de flecos marrones. Su rostro intemporal no ocultaba unos rasgos duros, enmarcados por una melena rizada que acentuaba su cara redonda.
—¿Qué me ha sucedido, hermana? —Fue todo lo que atiné a decir. Si había herido alguna susceptibilidad, no lo dejó traslucir.
—Te caíste en medio de uno de los pasillos, balbuceando palabras en la antigua lengua. Tuviste suerte de que me hallara camino de la biblioteca —dijo todo aquello con una mueca de contrariedad por verse obligada a dar explicaciones.
—Yo no hablo esa lengua, apenas conozco algún poema en…
—No pongas en duda mis palabras, muchacho —el tono había cobrado una cualidad casi física y restalló en mis oídos como un relámpago.
—Cla… claro, hermana, lo siento, aún estoy aturdido.
—Te dirigirás a mí como Anedra Sedai, chico.
Asentí, lo que me costó una nueva náusea que apenas reprimí.
—Dime —continuó como si comenzara la conversación de nuevo. Tuvo hasta el detalle de hacer flotar una taza de té humeante hasta mis manos, sin molestarse en preguntar si quería. En cualquier caso, lo agradecí—, ¿has tenido sueños extraños, como si caminaras por un mundo similar al nuestro pero… —buscó las palabras con la evidente intención de explicarlo a un lerdo. Y tenía razón, cada vez entendía menos lo que se proponía— con una luz que provenía de todas partes y ninguna?
—No, Anedra Sedai. Al menos que yo recuerde.
—Bien, pasemos a otro punto. ¿Y recuerdos que invadan tu mente como propios?
Me quedé helado. ¿Cómo podía ella saber…? No confiaba en ella. A decir verdad, desde mi llegada a la Torre Blanca, no me había topado con ninguna Aes Sedai que despertara en mí el más mínimo sentimiento de cercanía. Siempre envueltas en sus asuntos, ignoraban al resto de habitantes de la torre y yo no estaba, precisamente, entre los más destacados. Pero aquel asunto era algo que no me había atrevido a contar al Señor de Guardianes ni al propio Sartek, mi mentor.
—No es necesario que respondas, muchacho. Tus ojos y tus dudas me lo dicen todo. Tus estrafalarios ropajes, esa espada que llevas… He oído que eres un músico de dotes… digamos aceptables.
Me ardían las mejillas pero no lograba discernir si se debía al embarazo o a la ira. Me envolví en el vacío, concentrada la mente en la llama que titilaba en su centro aislándome de las emociones para apaciguarme.
—¿Qué recuerdas de tu infancia? ¿De tus padres? ¿Tu casa en Fal Dara te resulta familiar? —las preguntas se disparaban como virotes y era incapaz de esquivarlas tanto como de asimilarlas. Anedra sabía algo sobre mí que yo mismo ignoraba. Claudiqué con mi respuesta, la aceptación de que ella tenía razón, intuyendo que no me quedaba otra vía para desempañar la niebla de mi pasado.
—He oído algunos casos como el tuyo en los últimos tiempos —prosiguió—. Con el advenimiento del Dragón renacido, el entramado ha entrado en una espiral vertiginosa… —Se levantó para irse. Se marchaba sin despedirse, cuanto menos sin resolver el enigma.
—Hermana, yo…
Me envolvió el calor y, de pronto, era incapaz de mover un solo músculo. El Poder Único. Me había inmovilizado con el Saidar y ni siquiera se había girado a mirarme. No me quedó otra que contemplar la puerta al cerrarse tras ella. Los flujos que me retenían se disolvieron poco después. A trancas y barrancas, me levanté y llegué hasta el picaporte. No estaba encerrado, pero al asomarme al corredor, estaba desierto. Ni el leve rumor de unos escarpines delataba que alguien caminara por él en cualquier dirección. Al misterio de mis orígenes, se sumaba ahora el de aquella marrón circunspecta y sus conocimientos no compartidos. ¿Debía hablar de ello con el señor Farid o esperar acontecimientos? Cuando regresé al barracón, me encontraba físicamente recuperado, pero mi mente era un torbellino en el que me aterraba atisbar.