miércoles, 31 de mayo de 2017

De Shaeira. Diario.



Bitácora del Jendai

Con vientos favorables arribaremos a los Dedos del Dragón en breve. La costa de Tear se recorta brumosa a estribor. Atravesar la aduana nos retrasará, como siempre. Estos engreídos confinados creen que somos incapaces de navegar esas aguas sin la ayuda de sus estirados pilotos. Podríamos atravesarlas con los ojos cerrados y colgando boca abajo del mástil. No importa. Por lo demás, nada destacable a bordo.

Shaeira acaricia sin querer su diario, que casi inconscientemente ha colocado junto a la Bitácora. Lo coge y hojea, de pronto nostálgica, todavía preocupada por el estado de Jehrmien que, aunque mejora, sigue bogando con esfuerzo entre el sueño inquieto y la confusa vigilia. Lee:

5 del mes de Danu de 976 NE

Hoy se cumplen cuatro años desde que recibí mi nombre de sal. Mi bautismo de mar de manos de mi madre, secundada por Relvana. Estela Gris. Recuerdo ese primer sentimiento de incredulidad, cuando madre lo pronunció y no pude comprender su significado. Yo esperaba algo más… más, cómo decirlo, más épico, más, no sé expresarlo. Entonces Relvana me alzó el rostro y fijó sus negros ojos en los míos. “¿Tú no eres consciente de lo que puedes conseguir con tu mirada, Shaeira? ¿No te das cuenta de la huella que imprimes a tu paso cuando nos dejas atrás después de habérnosla dirigido? ¿Sabes que puedes ser una daga o una caricia de la más pura seda sharaní?” Sonreí, por fin captando la amplitud del regalo que me otorgaban.

Luego se rompió todo el encanto de aquel día, cuando solo dos después supe que no podía encauzar. Ahora miro atrás y comprendo cuán infantiles fueron mis reacciones, aunque todo forma parte del aprendizaje en la singladura de nuestra vida. A partir de ahí los acontecimientos se precipitaron: el beso a escondidas con Jehrmien, que selló definitivamente la atracción que sentíamos el uno por el otro, su alivio al conocer mi incapacidad para encauzar porque ello suponía que no deberíamos alejarnos por tiempo indefinido, la conversación de él con sus padres planteándoles la intención de solicitarme en matrimonio. Su timidez para hacerlo, ¡que tuve que ser yo la que lo incitara a hablar! Hasta que escuché sus hermosas palabras: “Y si, quiero zarpar junto a ti hasta que el Padre de las Tormentas nos arrastre hasta el fondo de la Fosa de la Perdición. Y aún así, seguiré aferrado a ti como rémora al tiburón.”
Hoy tomo el mando del Leyenda de Korain, mi barco, mi hogar. Navegante gracias a la Luz, a quien pido que ilumine mis singladuras y nos lleve siempre a buen puerto.

Evitando el recuerdo del día de su enlace para no acrecentar la nostalgia, Shaeira se encamina con ligereza hacia su camarote para comprobar el estado de su esposo.

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