sábado, 17 de diciembre de 2016

De Farid. Metas


Nos fijamos metas o ellas nos fijan.

Los metales entrechocaban mientras las poses de los oponentes se cambiaban una
y otra vez. Era un baile al son de una música qué sólo escuchaban en sus mentes.
Era bonito sin duda, o eso me lo parecía a mi. Con suerte algún día podría hacer
algo parecido...
- Suerte? ¡No! ¡Entrenamiento! - me dije a mi mismo.

Seguíamos observando la lucha, llevaban más de 30 minutos en su baile y el resto
del patio nos habíamos acercado a observar. Algo se aprende viendo luchar a los
grandes maestros, los guardianes. Era una suerte contar con estos.

Algunas novicias miraban a los espadachines con entusiasmo, seguras de que cuando
eligiesen guardian, tendrían una destreza parecida. Algunas Aes Sedai también se
habian acercado, una con chal amarillo y otra con uno azul conversaban mientras
observaban atentas el baile. No era del todo habitual, pero tampoco era extraño ver
a las Aes Sedai en el patio de entrenamiento. Pero solían ser las del ajah verde
las que acudían con más frecuencia.

Los dos guardianes ya llevaban 45 minutos en el combate y aunque estaban llenos
de sudor, su intesidad no menguaba y en ocasiones aumentaba por unos minutos.

Más curiosos y curiosas se acercaban, porque no dejaba de ser un espectaculo. Unas
novicias llegaron corriendo, parecía que el rumor se empezaba a dispersar por toda
la torre... En algunas de las ventanas que daban al patio asomaban algunas cabezas.

Esa mañana no habia tenido nada fuera de lo normal, despertarse al alba, desayunar
rapidamente y acudir al patio de entranamiento. Escuchar las instruciones del
maestro a cargo. Y luego de 5 horas de entrenamiento, peleando contra los monigotes
de madera y metal o en las arenas con otro compadre, al comedor ... Así habian sido
los últimos seis meses. Entrenamiento y más entrenamiento.

Los dos maestro se colocaron uno frente a otro y se saludaron cortesmente, dando por
terminada la sesión. Habia sido una hora sin interrupción y no se notaba cansancio
por ningun lado. Dejaron las espadas de entrenamiento a un par de mozos que se
habian acercado e hicieron reverencias y saludos a los que se habian congregado.
Las novicias empezaba ha dispersarse con cara de desilusión, por alguna extraña razón
les encataba ver los entrenamientos de los guardianes. Quizá era una distracción de
sus estudios y que haceres cotidianos, porque lo habitual era verles en los patios
en sus horas libres.

Todos los reunidos en el patio empezaron a volver a sus quehaceres, por la hora era
más que seguro que se iban a los comedores. Distraido en mis propios pensamientos me
dirigí al lado este del patio de entrenamiento y me sente unos minutos en el suelo.

La mente me llevó junto a mis padres, días felices junto a mi familia. Eran días duros de
largos viajes buscando trabajos de herreria y forja por medio mundo. Mi padre enseñandome
a sostener un martillo y todos los demas trucos del oficio. Caminos interminables, con
lluvia, nieve, sol. Y el pasado invierno donde todo terminó, sólo en el mundo por culpa
de aquellas extrañas fiebres. El penoso camino hasta Tar Valon y la bondad de Maese
Kursh que a pesar de las dificultades me dió cobijo. Un pañulo secó un poco de la humedad
que habia aparecido en los ojos...

Y entonces la oportunidad de trabajar en las forjas de la Torre Blanca, gracias a la
recomendación de Maese Kursh. El trabajo en la forja siempre será duro, pero para mi
es gratificante darle forma al metal, hasta conseguir la pieza perfecta... Este trabajo
hizo que las penurias terminaran, tenía trabajo a cambio de una soldada, junto con un
buen par de comidas al días, además del alojamiento.

Y al poco tiempo cuando empezaba a acomdarme, otra vez todo cambió cuando Salor, que
estaba a cargo de los entrenamientos en esa temporada, apareció por las forjas a hacer la
petición de una docena de espadas de entrenamiento y se empeño en que debía empezar a
entrenar con el nuevo grupo de cachorros. Tanto insistió en que entrenara que habia venido
a las forjas en persona para empujarme hasta la zona de entrenamiento, solo las tres
primeras veces. Al cuarto día yo había ido por propia voluntad. Sosteniendo la espada y
bailando delante de maniquís, no se pude negar que algo se despertó en mi interior.

- Hola! Me llamo Xunynn.

Abstraido completamente mi mente seguía inmersa en todos esos recuerdos.

- Toc! Toc! ¿Hay alguien? He dicho Hola! - repitió un poco más alto.

- Eeeh, ho, hola! - de golpe volví a la realidad...

- Cómo estás?

- Eeh, bien supongo.

- Supones?

- No si, estoy bien.

- No me va a servir - susurró Xunynn.

- Cómo? Servirte para que?

- No para nada.

- Cómo que no sirvo para nada... He hecho las mejores espadas de entrenamientos de la
torre.

- En eso quizá si seas bueno, pero yo tenía otra cosa en mente, me tocará seguir
buscando, alguien capaz...

- Pero capaz de que? De trepar una montaña? De cruzar el arinelle a nado?

- Algo parecido! Algún cachorro que pueda ser mi guardian. Pero tú no me sirves.

- Cómo? Tú guar... - un nudo se me hizo en el estomago... y seguido un escalofrio
recorrió todo mi cuerpo.

- Es evidente que no eres el candidato, llevamos 2 minutos y no has dicho nada coherente.
Además que sigues ahí sentado sin saludar a una señorita con educación. Definitivamente
no. - dijo negando con la cabeza...

- Eh si bueno, mi mente estaba en otro lugar - entonces me levanté agilmente - pero eso
de elegir guardian no creo que funcione así. De todas maneras mis disculpas - le hice una
reverencia - Buenas tardes señorita, mi nombre es Farid Khaled.

- Buenas tardes Farid, yo soy Xunynn. No ten entretengo más, me voy al comedor...

- Buenas tardes también para tí.


El rugir del estomago que no había recibido atención desde el desayuno me recordó que
era momento de ir a los comedores...


El camino a los comedores un pensamiento afloraba con fuerza y sobresalía a los demás.
Convertirme en guardian, y por supuesto demostrar a la niñata esta que si era lo que
ella buscaba en un guardian.

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