jueves, 8 de septiembre de 2016

De Nathiza. ¿La palabra... o el deber?


Vi que el tripulante se había marchado y corrí sin dilación hacia la mesa donde se hallaba mi hermana. Ambas nos estrechamos en un fraternal abrazo; al separarnos exclamó Nadisha rompiendo el silencio: -No esperaba verte aquí... -A decir verdad yo tampoco, - repuse, y menos así vestida de esa manera... no pude evitar hacer una desagradable mueca al mirar su atuendo.

--Bueno, hay que adaptarse a las circunstancias - dijo sonriendo con desgana. -¿qué circunstancias?? - pregunté mientras cogía una silla vacía y me sentaba a su lado.

-Hay pistas sobre donde podría estar nuestra madre, y quiero averiguarlo en persona. -¿estás loca? - le solté. ¿Crees que no te reconocerán? quítate esos guantes y dime: ¿que ves? ¿Qué crees, que si usas ese bonito vestido no sabrán de dónde provienes? -bueno, - intentó replicar: -En Tanchico ha sucedido lo mismo, ¿recuerdas?

- Lo que sucedió en Tanchico fue totalmente distinto, fue la única solución que pudo encontrar ese pobre hombre para sacarnos de allí. No obstante, eso no significa que pasáramos desapercibidas por ojos más atentos, asique no compares. -tú no tienes por qué hacer esto. Te estás poniendo en ridículo, deberías de regresar conmigo; de hecho ya vienen hacia aquí a buscarnos - dije, mientras echaba una rápida ojeada hacia la entrada de la posada.

-¿qué?  Nadisha se puso rápidamente en pie, tensa. -no... Eso no puede ser.... ¡no puedo volver! ¡Tengo que saber dónde tienen a madre! ¡Tenemos que salvarla! algunos parroquianos que jugaban a los dados en una mesa cercana a la nuestra, al oír el grito de mi hermana dejaron su juego y se detuvieron a escuchar disimuladamente nuestra conversación. La mirada que les lancé bastó para que dejaran de prestarnos atención y volvieran a lo suyo.

-Baja la voz - le espeté. ¿-que no te das cuenta que nos están observando? hice una seña dirigida hacia donde se hallaban los hombres. Mi hermana se limitó a encogerse de hombros. -no me importa - contestó al cabo de unos momentos. Quiero recuperar a nuestra madre, y lo voy a hacer sea como sea.

-¿Ah, si? ¿Y cómo lo harás? rebajándote, ridiculizando nuestras costumbres, ¿exponiéndote? esa no es la forma. Deberías de dedicarte a esforzarte y aprender lo que debes de aprender. ¿Tú crees que a mí me vale la suerte de nuestra madre?

-Almenos yo estoy haciendo algo... - respondió de malas maneras. Miré a mi hermana con rabia contenida. -Si fueras mi aprendiza te colgaría boca abajo de algún mástil y te azotaría un día entero... - dije entre dientes.

-Pues no soy tu aprendiza, ni tu eres una detectora de vientos - me cortó. Sentí unas inmensas ganas de abofetearla. -no, no -no puedo perder la calma - pensé. Nadisha suspiró apesadumbrada. -lo siento - se disculpó. Es que estoy muy nerviosa por toda esta situación. Te pido por la luz me perdones.

-por la gracia de la luz quedas perdonada, eres mi hermana, y no podría pelearme contigo. Además, supiste reconocer que te equivocaste, y eso da una clara muestra de quien eres, y de donde provienes - dije mirándola significativamente. De repente, un grito proveniente de la posada hizo sobresaltar mis nervios y los de mi hermana. -¡Allá vienen los marinos!

-luz, - exclamamos ambas al unísono. -Nathi, Nathi... debes ayudarme... ellos no deben saber que estoy aquí... - susurró Nadisha

    -No, sentencié plantándome en jarras: el que yo haya demorado mi estancia en esta posada es por ti, para llevarte con los nuestros que es donde debes estar. Hice un amago de ir hacia la puerta, pero Nadisha me detuvo cogiéndome por los hombros y atrayéndome hacia ella con rostro suplicante.

-Hermana, yo te prometo que regresaré con los nuestros. Que nos bañaremos juntas como antes y compartiremos el vino, que me someteré a lo que deba someterme, aprenderé lo que tenga que aprender y serviré a mi pueblo donde haya que servir, pero ¡estoy desesperada! lo de madre me a impactado mucho, ya sé que a ti también, pero es que luz, ¡tengo que intentarlo! necesito me des tu palabra de que no dirás nada de esto.

Miré a mi hermana a los ojos y suspiré con cierto pesar. Mi cabeza era un cúmulo de sensaciones. Me sentía feliz por volver a verla, pero a su vez enojo y decepción por sus extrañas actitudes y una gran preocupación por lo que pudiera pasarle.

Al fin me había decidido a retener a Nadisha y esperar a los demás. -pero... ¿qué pasaría si hiciera eso? temí que mi hermana pudiera hacer alguna necedad. -de acuerdo me oí decir. Esas palabras fueron luego un golpe en carne viva.

-por la luz y mi esperanza de salvación y renacimiento, prometo guardar tu secreto hasta que los vientos te devuelvan a casa.

-por la luz y mi esperanza de salvación y renacimiento, prometo como ya he dicho, que nos volveremos a bañar juntas, que compartiremos vino, y todo lo ya mencionado. -Bien, dije con expresión solemne: nuestro pacto queda sellado. Espero que la gracia de la luz siempre brille para tí, y que los vientos propicien tu vuelta a nosotros sana y salva. Y que te devuelvan la cordura - pensé para mis adentros. Sin más preámbulos, llvllevé mi mano rápidamente al pecho de Nadisha y luego a los labios. Mi hermana hizo lo propio, y a continuación me dispuse a ir al encuentro de los demás miembros del 'Estrella de plata.


Una vez en la posada.



La detectora de vientos entró a la posada seguida del tripulante. Saludó a la posadera cortésmente, luego hizo un gesto para que saliéramos. -¿qué ha pasado aquí? dijo con voz glacial mirando ora al tripulante, ora a mí. – ¿así me lleven todas las tormentas - que hago? pensaba yo:

-Em... yo... me siento muy mal, detectora, me ha dado de pronto un fuerte dolor en el estómago. La expresión tormentosa de mi rostro terminó de convencer a la detectora de vientos que atribuyó esto a mí supuesto malestar. -¿Y tú, por qué dejaste a esta grumete aquí y sola? -preguntó con un dedo apuntado hacia el tripulante.

-Yo... - fue lo único que este alcanzó a decir. -hablaré con el contramaestre haber que opina al respecto, y en cuanto a ti, niña, vamos al 'Estrella de plata que ya no tienes nada que hacer en este sitio, y ya no tardan en venir los demás. Te irás a tu camarote, y luego mandaré a alguien a que vaya a buscar alguno de esos brebajes que preparan las mujeres aquí.

-Si me permitís, maestra... - dije con cautela: tengo algunas hiervas en mi morral, y...

La detectora de vientos resopló sonoramente. -Bien, ya veremos. Luego los 3 regresamos a nuestro barco.


Una vez estando ya en el camarote, alguien llamó a la puerta. Era el tripulante trayendo una exquisita sopa de pescado. -Antes que nada, debo pedirte disculpas -dije mientras tomaba la bandeja que me tendía.

Salí a navegar por un mar embravecido, e  hice que las corrientes te arrastraran a ti conmigo.

Comencé a explicarle lo sucedido. -Y entonces ahora me encuentro a la deriva - terminé.

-¿Cómo romper la palabra dada para cumplir con el deber? ¿Y qué pasaba si hacía lo que tenía en principio decidido? yo vi el brillo casi demencial que tenían los ojos de mi hermana cuando me dijo lo que pensaba hacer, y cuando le comuniqué que ibais a buscarla... y te aseguro que la culpa que sienta porque piense que yo la traicioné es lo de menos.

-y tú crees que pudiera llegar a hacer algo? -preguntó:

-no lo sé, y eso es lo que me atemoriza, y lo que me hizo sentir obligada a empeñar mi palabra.

El tripulante asintió silenciosamente. Conversamos unos minutos más, y luego él se marchó, mientras yo reflexionaba sobre mi situación.


Fin.