miércoles, 25 de mayo de 2016

De Lrotu. Recordando el pasado.





en la profundidad del bosque de altara, sentado sobre un tronco caído, y mirando las aves volar por el cielo, las mariposas revolotear sobre la hierba de primavera, recuerdo mi antigua vida, vida que dejé atrás aunque con pena, con alegría también, y me siento satisfecho de poder comprender muchas cosas.....

Nací en ebou dar, en el segundo mes del invierno, en una familia de clase media; mi padre un pescador curtido, mi madre una tejedora hábil y diestra, y una hermana casada con un posadero.

Como el chico pequeño de la casa, reinaba en sus vidas y sus corazones, y hacía y deshacía a mi gusto, pataleaba para ir con papá a pescar, o jugaba con las telas de mi madre y crecía como un chico fuerte y sano.

a partir de los 4 años, no era extraño que me vieran en el puerto, de tras de mi padre, rumbo a nuestra pequeña barca para ir a faenar a la bahía o un poco mar adentro, y en las tardes, haciendo pequeñas tareas con mamá, aparte de dar mis lecciones.

crecí aprendiendo a usar la daga, a ocultarme y a ser sigiloso como un gato; sin saber por qué, me gustaba imitarles, y jugar con gatos, perros y cualquier otro animal, era mi favorito, no soportaba que los maltrataran.

la vida corría tranquila, aprendiendo, jugando, pescando, tejiendo, ya que mis dos padres me enseñaban sus oficios, para que escogiera el que quería, u otro si ese era mi gusto.

Andaba por cualquier parte de la ciudad a mis anchas, incluso, aunque padre no lo descubrió si no por casualidad, me gustaba ir al raad a practicar mis artes del sigilo.


A mis 17 años logré enrolarme en un viaje a Tanchico en un barco comercial regular que duraría 6 meces.
Pude hacer esto debido a mis viajes cortos con barcos de Eboudarianos que cruzaban las rutas comerciales en todas direcciones pero sin alejarme demasiado de casa, aprendí a guiarme por las estrellas, a campear tormentas, a soportar privaciones llegado el caso.

Mi voluntad fue creciendo junto con mis demás habilidades y aprendiendo de mucha gente cosas útiles para la vida.

A mi regreso a ebou dar, me dediqué por un tiempo, a comerciar con las prendas de mi madre, y a buscarle mejor comprador, a la pesca de papá, el viaje a Tanchico me había marcado; había a prendido a regatear mucho mejor que un eboudariano normal, y aunque un marino seguiría dejándome incluso sin calzones, lograba mejores precios y productos en mi ciudad.

Oyendo historias, y escuchando relatos, nació mi pasión por los viajes.
Cierto día me embarqué para bandar eban en un barco de los muchos que hacían esa ruta con regularidad; no niego que me apetecía viajar e intentar conocer algo de la cultura del pueblo del mar, pero ya se sabía lo cerrados que pueden llegar a ser.
Recorrí sus calles y plazas, comprendiendo y aprendiendo de los domani, pero aún así, nada se me comparaba con la vida en Ebou dar; claro está que entre evoudarianos y domanis hay más cosas en común, entre ellas la predominancia de la mujer en la vida social.

descendí por tierra a mi ciudad, acompañando una de las frecuentes caravanas de mercancías que hacen ese trayecto, y le llevé a mi madre unas sedas, con las que se hizo un lindo vestido para uno de nuestros carnavales, por mi parte, a mi padre le busqué unos excelentes aparejos que encontré en bandar, los cuales le gustaron muchísimo.

Con 19 años ya, decidí ir a conocer otras ciudades del continente, y me embarqué para una ruta por el mar de las tormentas, illian y tear, godan y mallene, donde seguí adquiriendo habilidades de comercio, lucha y total, más conocimiento para la vida.

Son ciudades de las cuales tengo buenos recuerdos, pero lo sorprendente, es la ciudadela de tear, majestuosa e imponente a su manera.

 
Las cosas siguieron su curso normal, solo que empecé a percatarme de que mi olfato, mi oído y mi visión empezaban a experimentar ciertos cambios a los que al principio no hice caso.
 
Luego de mi largo viaje de 2 años por las costas del mar de las tormentas, regresé a casa con muchos regalos, y con el suficiente dinero para montar mi propia tienda donde puse a la venta joyas y otros objetos interesantes, dejándola a cargo de un empleado de confianza.
 
Tras pasar una temporada en la ciudad, mis ansias de viajar me llevaron esta vez, a conocer Andor, Cairhien, y las tierras fronterizas, ampliando así en gran medida el mundo de mis posibilidades.
 
Me maravillé con la ciudad interior en Caemlyn, con las torres de Cairhien, y con la Torre Blanca; descubrí la forma de luchar de los fronterizos, su amor por la paz, la belleza y la libertad de los shienarianos; la belleza de las saldaeninas, y de las mujeres de Candor.
 
En cada lugar que visito aprendo algo, por lo tanto no es extraño que hiciera migas con un husmeador norteño, con varios reclutas y que al bajar por Candor dejara algunos indicios de que me interesaría comerciar con sus gentes.
Era hora de volver a Ebou Dar aunque fuera por poco tiempo, así que inicié mi descenso siguiendo una ruta un poco paralela a la de ida, lo cual me permitió familiarizarme un poco con la región central y sus bosques.
 
Soy de naturaleza tranquila, pero tengo una firmeza de carácter y un código propio para hacer algunas cosas. Tenemos fama de pendencieros fuera de Altara lo cual ni me afecta ni me preocupa. He ido aprendiendo algunas cosas de defensa, incluso me atreví a participar en Manala en una competición de bastones del cual no salí tan mal parado como creí.
 
La verdad, no tenía intención de internarme en los bosques de Altara pero un desasosiego me venía corroyendo las entrañas, dejé que mi equipaje siguiera su curso y me interné por tanto en el bosque.
 
Una noche clara, sentado en un tronco de árbol caído presentí que era observado y analizado,  y me dispuse a defenderme de posibles bandidos si hacía falta… pero no llegué a ver a nadie.

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