miércoles, 28 de diciembre de 2016

De Drygyar Y Erisai. El ataque.


Los Bosques de Arafel
Pese a estar situado en una zona tan conflictiva como son estas tierras
el bosque presenta un inmejorable aspecto con sus tupidos ramajes que
alcanzan increibles alturas. El Erinin baña estos bosques.
Erisai esta sentada en una roca a la orilla del Erinin, pensativa
Drygyar husmea buscando nuevos enemigos.
Erisai coge un puñado de piedras, intenta hacer unos malavares con ellas y luego las va lanzando al agua.
Erisai canta flojito, tarareando una vieja melodia.
Drygyar se detiene de repente. ha percibido un rastro.
Erisai alza la cabeza, cree haber oido algo, pero mira a su alrededor y no ve nada, hay mucha vegetacion.
Drygyar comienza a moverse con más sigilo del usual, le ha parecido haber encontrado una presa.
Erisai mira hacia el sol, intentando adivinar la hora que es.
Erisai susurra 'tendria que volver ya...'
Drygyar levanta la cabeza para oler detenidamente lo que ha  creído encontrar.
Erisai se pone en pie y se despereza, segura de que nadie la ve, con gentileza en los movimientos.
Drygyar se mueve pesada pero sigilosamente, le ha parecido ver un movimiento cerca de unas rocas.
Erisai mira alrededor buscando a la montura con la que ha venido a los bosques, pero no la ve, y silba llamandola.
Erisai frunce el ceño, extrañada de que el animal se haya alejado tanto.
Erisai da unos pasos hacia los arboles, comenzando a inquietarse.
Drygyar se acerca hacia el lugar, lentamente.  al fin está lo suficientemente cerca para ver a su presa, una pequeña humana.
Erisai se queda paralizada, de pronto tiene miedo y no sabe bien por que.
Erisai grita 'bonita, ven! vamos! hay que volver!'
Erisai percibe un extraño hedor y retrocede un poco.
Drygyar siente acelerarse su pulso, empieza a sentir esas inquietantes ansias que tiene justo antes de matar. comienza a sentir un sangriento frenesí, y hambre, mucha hambre.
Erisai grita 'bonita? donde estas?'
Erisai sigue retrocediendo, asustada, inquieta ante algo que no puede explicarse.
Drygyar se agazapa tras una roca, su presa no se ha dado cuenta aún de su presencia, pero el la mira
Erisai grita 'vamos, aqui! no seas traviesa! llegare tarde por tu culpa!'
Erisai vuelve a acercarse a los arboles, pero no ve a la yegua.
Erisai susurra 'por la Luz, que extraño, nunca me habia pasado algo asi.. Ebien me va a oir '
Erisai recoge la bolsa donde guarda la costura y se dispone a alejarse en busca de la yegua.
Drygyar se prepara, mientras la chica se mueve en busca de algo, y aguarda un segundo. concentrando su energía, sin previo aviso da un gran salto al tiempo que brama sediento de sangre.
Erisai grita horrorizada, paralizada de pavor, al ver a la inmensa criatura que se abalanza sobre ella.
Erisai es incapaz de moverse, por mucho que la hayan preparado, jamas ha tenido un trolloc cerca.
Erisai deja caer la bolsa pero no puede reaccionar.
Drygyar nota el miedo que ha infundido en su presa, siente lo más cercano al regocijo mientras lleva sus manos, deformadas por terribles zarpas hacia su espada curva como guadaña.
Erisai tiembla tanto que las piernas apenas la sostienen, intenta inspirar para calmarse y hacer algo pero solo consigue dar dos pasos indecisos hacia atras.
Drygyar nota el miedo de la pequeña humana de nuevo, inspira el aire como si pudiera deleitarse con el olor del miedo. la nota totalmente acorralada, lo cual despierta su siniestro placer por matar lentamente.
Erisai mira alrededor, esta rodeada de altos arbustos y rocas ribereñas
Erisai grita 'que alguien me ayiude!'
Drygyar deja su arma a un lado, mientras extiende sus manos hacia su presa.
Erisai retrocede pero la vegetacion le impide alejarse todo lo que quisiera
Drygyar la sujeta mientras comienza a bramar.
Erisai suelta un alarido penetrante que se pierde en el follaje.
Erisai grita 'noooo! que alguien me ayude!'
Erisai se debate apresada por las inmensas manazas.
Drygyar acerca su hocico hacia el cuello de su víctima, lo puede sentir, comida a su alcance... placer al imaginar la sangre.
Erisai intenta sacar la daga de su cinto, pero cuando la tiene en la mano la ve tan pequeña que no sabe que hacer con ella y el terror casi le provoca un ataque de risa histerica.
Drygyar chasquea sus mandíbulas.
Erisai piensa 'el ojo, en el ojo, clavala en su ojo'
Erisai grita 'por favor, que alguien me ayude! nooo!'
Erisai se remueve sintiendo el hedor nauseabundo que exhala la bestia por sus fauces.
Drygyar cierra sus fauces en el hombro de la humana, desgarrando la ropa y la carne de su víctima.
Erisai siente los dientes desgarrandole ropa y piel, su clavicula cruge, grita, pero hay algo mas, siente algo profundo que la llena, la invade, percibe de nuevo esa luz en la periferia de su campo visual al tiempo que el dolor se vuelve mucho mas intenso...

Drygyar está listo para continuar, esta vez en el cuello de su presa.
Erisai a punto de perder la fuerza por el terror y el dolor, nota que la sensacion que la invade actua apenas sin que ella pueda hacer nada, una piedra se levanta del suelo y sale lanzada hacia la boca abierta de la bestia.
Drygyar brama y escupe, intenta expulsar la piedra con la que se atragantó y que no sabe como llegó allí.
Drygyar brama 'groaaaaah!'
Drygyar en medio de su distracción, deja caer a su presa y la lanza mientras brama .
Erisai desesperada, sollozando de puro terror, mordiendose los labios para soportar el dolor se arrastra hacia el rio, confiando que lo que siempre le han dicho de que los trollocs tienen miedo del agua sea cierto.
Erisai no se atreve a mirar atras y centimetro a centimetro gana la orilla y se encomienda al Creador antes de lanzarse a la corriente.
Drygyar ha creído escuchar algo en el bosque, y se detiene por un momento antes de poder aferrar de nuevo a su presa. tras haber titubeado, la mira lanzarse al agua y brama enfurecido.
Erisai sin fuerzas, herida y conmocionada, se deja arrastrar rio abajo mientras el agua a su alrededor se tiñe de rosa.
Drygyar parece temeroso, y comienza a lanzar rocas al río. no obstante, cree escuchar ruidos que se acercan.
Se oyen voces y pasos apresurados que se acercan rapidamente. Los centinelas distinguen la forma lejana de la bestia y disponen sus arcos prestamente
Drygyar mira acercarse un grupo de hombres, y  aferrando su espada con fuerza, corre bramando a su encuentro. quizá pueda obtener algo de sangre, después de todo.

lunes, 26 de diciembre de 2016

De Ilstar. 2.


Finjo un esbozo de sonrisa y me despido de mi prima al tiempo que mi bestia se encamina a las puertas de la ciudad. Como era de esperar, Erisai se ha salido con la suya y he pasado por Manala a entregar la misiva a Marline. Tampoco me acaba de disgustar, y en el fondo me parece ciertamente absurdo no poder aprovechar mis viajes para entregar correspondencia personal.
Me pongo rumbo a Shol ARbela a buen paso, pero sin fatigar al caballo. Esto me da oportunidad de enfrascarme de nuevo en mis pensamientos. constantemente viene a mi cabeza la conversación con mi hermana. Nunca le he querido ocultar nada, pero considero que no puedo ser totalmente franco con ella. La sensación de enjaulamiento, de falta de libertad, no es sólo cosa de mi padre y su nuevo rango. Pero, al menos por ahora, no puedo confesarle más. La pronta edad a la que aprendí a leer y escribir hizo que los libros me fueran un tanto más interesantes que  al resto de los jóvenes. Quizá sea eso lo que ha hecho que siempre le dé mil vueltas a las cosas y que una y otra vez esté tratando de racionalizarlo todo. Y justamente lo que me temo que me pueda ocurrir es de todo menos racional.
Dejo recorrer mi mirada por los bosquecillos que delimitan el camino que me lleva a la capital arafelina. En cualquier momento sé que puede pasar. Supongo que a fin de cuentas lo estoy esperando, como el guerrero que abraza la muerte sabiendo que ese es su deber y su destino. Todavía espero poder revisar ciertos tomos en la biblioteca de Fal Moran, pero por desgracia no ha coincidido ningún viaje hasta tierras shienarianas desde que la sospecha anida en mí.
Por fin está ahí. Lo noto, lo presiento segundos antes de que mi montura comience a cabriolar nerviosa. Intento apaciguarla pero parece no surtir efecto. Frunzo el ceño. No es la primera ni la segunda vez que viajo con ella. Siempre había sido un caballo dócil, pero hoy parece que jamás hubiera tenido contacto alguno con humanos. Con humanos.... Levanto la cabeza y miro a mi  izquierda. Alguien me devuelve la mirada entre la espesura del bosque. Parece llamarme. No sin  dificultad consigo frenar al cada vez más nervioso animal. No separo mis ojos del punto en el que me vigilan. Nos quedamos así varios minutos. Yo mirándolo a él. él mirándome a mí, y mi caballo tratando de tirarme al suelo para salir a galope tendido.
Finalmente consigo parpadear y volver la vista al frente. Espoleo a mi montura y de seguida comienza un trote que me vuelve a demostrar que estaba ansioso por irse de ahí. Tal es su premura que me da la impresión de que una de sus herradura se ha salido del sitio. Sin más contratiempos llego a Shol Arbela y desmonto en las cuadras reservadas para el correo de la ciudad. Descabalgo y examino la pata del animal. En efecto habría que cambiársela. Me encamino a la herrería y, tras dejar atado al caballo, voy a por el martillo y  una herrradura nueva. Ya no sé si es necesario ir a Fal Moran a confirmar lo que de sobra ya sé.

sábado, 24 de diciembre de 2016

De Erisai. Mi diario.


 

Me dispongo a escribir un poco en mi diario mientras espero la llegada de las Aes Sedai a las que me toca servir el té esta tarde. Estoy nerviosa, pero impaciente.

 

Han pasado unos días desde que mi hermano se fue a Canluum. No puedo dejar de pensar en nuestra extraña conversación de aquel mediodía en el bosque. Realmente Ilstar se mostró distinto, reservado. Su habitual alegría bulliciosa había desaparecido. Quizás eran nuestros recién estrenados dieciséis años, quizás las circunstancias, su cada vez mayor responsabilidad en sus desplazamientos más y más lejos.

 

El caso es que yo no puedo permitirme comentarlo con nadie. Con madre porque ella tiene tendencia a preocuparse más de lo debido, y no quiero disgustarla con algo que tal vez no tiene importancia. Mucho menos con mi padre a quien en los últimos tiempos veo bien poco.

 

Por mi parte, yo tampoco me siento muy bien, como le había confesado a Ilstar. Después de aquellos días ya trascurridos en que pareció que la enfermedad me abatía, quedó en mí una sensación que no conseguía ni consigo explicarme. Es física, pero también interior, profunda, algo muy dentro de mí que pone patas arriba mis pensamientos y emociones.

 

Sigo trabajando sin tregua en el palacio, con mi madre cada vez más exigente, a veces incluso injusta con mis pequeños errores de sirvienta en aprendizaje, aunque yo intento comprender la presión de su posición y el tener que responder por mí si algo se tuerce. Odio limpiar y fregotear, pero cada día me gusta más dedicarme a cuidar las ropas de las mujeres de palacio y sus invitadas. Me gusta la serenidad de la tela sobre mi regazo mientras mis manos se deslizan con mucho tiento por ella, con mucho cuidado como si acariciaran una criatura frágil. Desde luego todavía soy muy torpe y apenas me permiten hacer algo más allá de poner la seda en agua tibia, dejar que se empape con un leve toque de jabón y perfume y luego extenderla para un perfecto secado. Apenas puedo hacer algo más que zurcir medias y calzones de los uniformes, que eso ya se me da bastante bien. Anhelo llegar a saber confeccionar mis propios vestidos y bordarlos, sobre todo bordarlos. De hecho, con los retales, coso prendas de no muy buen corte, pero suficientes para mi día a día fuera de palacio. Tiempo al tiempo, como dice madre.

 

Pero a lo que iba, que me desvío de mi propósito. Como no puedo hablar con nadie de mis cuitas, en cuanto me es posible me escabullo a losestablos. Ebien, uno de los mozos, unos tres o cuatro años mayor que yo, siempre está dispuesto a escucharme, es más, creo que le gusta escucharme. Yo le ayudo con las monturas, adoro cepillar sus crines y almohazarlas, me gusta tanto cuidar de los caballos como coger la aguja. Ebien me enseña, es paciente, dice que tengo aptitudes, que puedo llegar a ser una buena jinete. Juraría que no lo dice por adularme. Me siento cómoda sobre el lomo de estos fieles animales. Muchas tardes salimos juntos a la pradera y Ebien me hace practicar hasta que mi trasero protesta y descabalgo con el cuerpo dolorido como si me hubieran hincado astillas en medio de los músculos. Pero mientras dura este ejercicio mi mente se apacigua y me olvido de todo.

 

En otras ocasiones, Ebien me anima a lanzar mi daga para intentar hacer blanco en un círculo que él mismo ha tallado en uno de los postes de madera de una de las cuadras vacías. Siempre me dice “imagina que hay una hermosa yegua en ese compartimento y que si te falla el pulso o desvías el lanzamiento, podrías alcanzarla”. No me gusta que diga eso, pero sirve, me pone en perspectiva, afina mi puntería y actúo con mayor agilidad. Sin embargo, cuando fallo, también imagino con nitidez lo que ocurriría y se me revuelve el estómago. Las armas, aunque sea de un modo tan lúdico e inofensivo, no son lo mío, he de reconocerlo. No obstante, en el norte, quien no haga de las mismas un elemento más de su indumentaria puede llegar a ser pasto de cualquier engendro, así sea una simple rata asquerosa, en el momento menos pensado. Yo siempre la llevo al cinto, y hasta hace muy poco me había limitado a las instrucciones que a todo niño fronterizo nos hacen mamar desde que nacemos. Ebien es un mozo de establos, pero como cualquier hombre en estas tierras podría blandir una espada si las circunstancias lo precisasen, y se esfuerza en inculcarme todavía más eso en mi cabezota llena de ensoñaciones.

 

Marline, mi prima, diría que me gusta Ebien, que pierdo las pestañas por él. Es un buen mozo, sin duda. Quién sabe.

 

Por encima de mis escasas distracciones y del trabajo, prefiero imaginar historias y tratar de ponerles música. Solo he podido acudir dos veces más a la posada donde suele actuar uno de los juglares que visita regularmente Shol Arbela. Me quedo embelesada escuchándolo y viendo con qué naturalidad traza aros en el aire con esas magníficas bolas de colores. Y cuando saca el arpa, vuelo, vuelo con sus notas y con la vibración profunda de la voz del hombre. Tanto así que la última vez me descubrió otra de las sirvientas y le fue con el soplo a mi madre. No soy una niña, pero me costó días volver a sentarme con dignidad. Y como siempre, solo Ebien se hace eco de mis inquietudes, y si me atrevo a cantarle algo flojito, sin enrojecer hasta la raíz de los cabellos, no se ríe de mí. ¡Cuánto añoro y necesito a Ilstar! Solo con él puedo ser yo misma, sin fingimientos ni dobleces. ¿Qué nos deparará la vida?

 

 

 

Luz… Las Hermanas se están instalando en una de las salas. Las veo por el resquicio que deja uno de los tapices. En cinco minutos tendré que entrar a servirles el té. Estoy mareada, aturdida. No sé qué están haciendo pero alrededor de dos de ellas brilla una luz que no sé de dónde proviene, parece que la emiten a través de su piel y las envuelve como una aureola. Creo que me estoy poniendo mala.

 

 

sábado, 17 de diciembre de 2016

De Farid. Metas


Nos fijamos metas o ellas nos fijan.

Los metales entrechocaban mientras las poses de los oponentes se cambiaban una
y otra vez. Era un baile al son de una música qué sólo escuchaban en sus mentes.
Era bonito sin duda, o eso me lo parecía a mi. Con suerte algún día podría hacer
algo parecido...
- Suerte? ¡No! ¡Entrenamiento! - me dije a mi mismo.

Seguíamos observando la lucha, llevaban más de 30 minutos en su baile y el resto
del patio nos habíamos acercado a observar. Algo se aprende viendo luchar a los
grandes maestros, los guardianes. Era una suerte contar con estos.

Algunas novicias miraban a los espadachines con entusiasmo, seguras de que cuando
eligiesen guardian, tendrían una destreza parecida. Algunas Aes Sedai también se
habian acercado, una con chal amarillo y otra con uno azul conversaban mientras
observaban atentas el baile. No era del todo habitual, pero tampoco era extraño ver
a las Aes Sedai en el patio de entrenamiento. Pero solían ser las del ajah verde
las que acudían con más frecuencia.

Los dos guardianes ya llevaban 45 minutos en el combate y aunque estaban llenos
de sudor, su intesidad no menguaba y en ocasiones aumentaba por unos minutos.

Más curiosos y curiosas se acercaban, porque no dejaba de ser un espectaculo. Unas
novicias llegaron corriendo, parecía que el rumor se empezaba a dispersar por toda
la torre... En algunas de las ventanas que daban al patio asomaban algunas cabezas.

Esa mañana no habia tenido nada fuera de lo normal, despertarse al alba, desayunar
rapidamente y acudir al patio de entranamiento. Escuchar las instruciones del
maestro a cargo. Y luego de 5 horas de entrenamiento, peleando contra los monigotes
de madera y metal o en las arenas con otro compadre, al comedor ... Así habian sido
los últimos seis meses. Entrenamiento y más entrenamiento.

Los dos maestro se colocaron uno frente a otro y se saludaron cortesmente, dando por
terminada la sesión. Habia sido una hora sin interrupción y no se notaba cansancio
por ningun lado. Dejaron las espadas de entrenamiento a un par de mozos que se
habian acercado e hicieron reverencias y saludos a los que se habian congregado.
Las novicias empezaba ha dispersarse con cara de desilusión, por alguna extraña razón
les encataba ver los entrenamientos de los guardianes. Quizá era una distracción de
sus estudios y que haceres cotidianos, porque lo habitual era verles en los patios
en sus horas libres.

Todos los reunidos en el patio empezaron a volver a sus quehaceres, por la hora era
más que seguro que se iban a los comedores. Distraido en mis propios pensamientos me
dirigí al lado este del patio de entrenamiento y me sente unos minutos en el suelo.

La mente me llevó junto a mis padres, días felices junto a mi familia. Eran días duros de
largos viajes buscando trabajos de herreria y forja por medio mundo. Mi padre enseñandome
a sostener un martillo y todos los demas trucos del oficio. Caminos interminables, con
lluvia, nieve, sol. Y el pasado invierno donde todo terminó, sólo en el mundo por culpa
de aquellas extrañas fiebres. El penoso camino hasta Tar Valon y la bondad de Maese
Kursh que a pesar de las dificultades me dió cobijo. Un pañulo secó un poco de la humedad
que habia aparecido en los ojos...

Y entonces la oportunidad de trabajar en las forjas de la Torre Blanca, gracias a la
recomendación de Maese Kursh. El trabajo en la forja siempre será duro, pero para mi
es gratificante darle forma al metal, hasta conseguir la pieza perfecta... Este trabajo
hizo que las penurias terminaran, tenía trabajo a cambio de una soldada, junto con un
buen par de comidas al días, además del alojamiento.

Y al poco tiempo cuando empezaba a acomdarme, otra vez todo cambió cuando Salor, que
estaba a cargo de los entrenamientos en esa temporada, apareció por las forjas a hacer la
petición de una docena de espadas de entrenamiento y se empeño en que debía empezar a
entrenar con el nuevo grupo de cachorros. Tanto insistió en que entrenara que habia venido
a las forjas en persona para empujarme hasta la zona de entrenamiento, solo las tres
primeras veces. Al cuarto día yo había ido por propia voluntad. Sosteniendo la espada y
bailando delante de maniquís, no se pude negar que algo se despertó en mi interior.

- Hola! Me llamo Xunynn.

Abstraido completamente mi mente seguía inmersa en todos esos recuerdos.

- Toc! Toc! ¿Hay alguien? He dicho Hola! - repitió un poco más alto.

- Eeeh, ho, hola! - de golpe volví a la realidad...

- Cómo estás?

- Eeh, bien supongo.

- Supones?

- No si, estoy bien.

- No me va a servir - susurró Xunynn.

- Cómo? Servirte para que?

- No para nada.

- Cómo que no sirvo para nada... He hecho las mejores espadas de entrenamientos de la
torre.

- En eso quizá si seas bueno, pero yo tenía otra cosa en mente, me tocará seguir
buscando, alguien capaz...

- Pero capaz de que? De trepar una montaña? De cruzar el arinelle a nado?

- Algo parecido! Algún cachorro que pueda ser mi guardian. Pero tú no me sirves.

- Cómo? Tú guar... - un nudo se me hizo en el estomago... y seguido un escalofrio
recorrió todo mi cuerpo.

- Es evidente que no eres el candidato, llevamos 2 minutos y no has dicho nada coherente.
Además que sigues ahí sentado sin saludar a una señorita con educación. Definitivamente
no. - dijo negando con la cabeza...

- Eh si bueno, mi mente estaba en otro lugar - entonces me levanté agilmente - pero eso
de elegir guardian no creo que funcione así. De todas maneras mis disculpas - le hice una
reverencia - Buenas tardes señorita, mi nombre es Farid Khaled.

- Buenas tardes Farid, yo soy Xunynn. No ten entretengo más, me voy al comedor...

- Buenas tardes también para tí.


El rugir del estomago que no había recibido atención desde el desayuno me recordó que
era momento de ir a los comedores...


El camino a los comedores un pensamiento afloraba con fuerza y sobresalía a los demás.
Convertirme en guardian, y por supuesto demostrar a la niñata esta que si era lo que
ella buscaba en un guardian.

De Terx. La lucha por la vida


Atravieso las puertas del puente y levanto la mirada. La imponente construcción de la Torre me guía en mi camino. A ambos lados pasan individuos de toda procedencia y clase social. No me cuesta reconocerlos, gracias a los jodidos juramentados del Dragón, esa panda de delincuentes y holgazanes que aprovechan su condición para hacer lo que les da la puñetera gana. Así y todo, a los que mejor reconozco son a los domani y a los taraboneses, que junto a esos chalados con ridículas armaduras que se hacen llamar seanchan.
No hace ni un año que mi vida pasaba entre unos y otros, sobreviviendo a las penurias y al miedo a levantarte un buen día, o mejor dicho a no levantarte, con una espada clavada. No hace un año que combatía en esa guerra, todavía no sé por quién ni por qué, más que por una tierra que sólo servía para que se derramara la sangre. Sangre... esa sangre de mi madre derramada por ese cobarde juramentado. Sangre... esa sangre que yo derramé cuando traté de vengarla. Me llevo la mano a la cara y mi dedo roza la cicatriz que ese desgraciado me dejó mientras se reía de mí y me abandonaba en mitad del llano.
Desde entonces han sido muchas las ciudades, docenas las aldeas, cientos los caminos que he atravesado para llegar hasta aquí. No es ninguna buena intención la que me trae a Tar Valon, no son ínfulas de justicia ni pensamientos heroicos. Es pura necesidad. La lucha ha sido mi única enseñanza desde que nací. La lucha y la supervivencia. Y a fin de cuentas, ¿qué más da luchar por Tar Valon que por Tarabon o Arad Doman? Un muerto es igual en el este que en el oeste. Igual que un plato de comida en Shienar alimenta tanto como un pescado teariano.
con todos estos recuerdos y pensamientos, me doy de bruces con las escalinatas de la Torre Blanca. Miro de reojo la empuñadura que sobresale de mi hombro. Si combatir es lo único que sé hacer, mejor que aprenda entre los mejores. Es hora de que Terx Gowin encuentre su destino.

martes, 13 de diciembre de 2016

De Ilstar y Erisai. Reflexiones comnpartidas.

Los Bosques de Arafel
La lucha por la vida se hace aqui mas evidente en el bosque, la supervivencia
es dura y los recursos escasos en las tierras de Arafel. Innumerables arboles
se pelean por la supervivencia escalando hacia el cielo y albergan bajo su
manto muchos seres vivos.
Ilstar se encamina hacia Shol Arbela.
Erisai llega al trote montada en una yegua que a saber de dónde ha sacado.
Ilstar se queda quieto al ver venir a Erisai.

Ilstar dice 'paz Erisai'
Erisai frena a la yegua a escasos pasos de su hermano y lo mira fijamente.
Erisai dice 'paz, mucha paz, sí'
Ilstar mira el sol y se extraña que su hermana no esté sirviendo con su madre.
Erisai mira alrededor, el bosque, la soledad reinante.
Erisai dice 'se puede saber qué te pasa?'
Ilstar se mira las puntas de sus botas.
Erisai desmonta de un salto no del todo grácil, pero sí eficaz, y se acerca a Ilstar.
Ilstar mira a Erisai.
Ilstar dice 'Nada Erisai, por qué lo dices?'
Erisai dice 'no me mientas, dime lo que sea pero no me mientas, que te conozco '
Erisai se encara con su hermano puesta en njarras y le mira a los ojos.
Ilstar se encoge de hombros.
Ilstar dice 'No me pasa nada '
Erisai dice 'te he llamado, y sé que has tenido que oírme'
Ilstar asiente levemente.
Erisai cierra los ojos con rabia y aprieta los puños en su cintura.
Ilstar dice 'No podía... no podía pararme'
Erisai dice 'y qué haces aquí, solo?'
Erisai abre de nuevo los ojos.
Ilstar extiende los brazos como abarcando el bosque.
Erisai se sienta en el suelo y coge un palitroque con el que empieza a hacer surcos en la tierra húmeda.
Ilstar dice 'Necesitaba estar un rato a solas, aquí, en la tranquilidad del bosque'
Ilstar se fija en los movimientos de la muchacha.
Erisai palmea la hierba a su lado.
Erisai dice 'siéntate, anda'
Ilstar niega.
Erisai dice 'pues no te sientes'
Ilstar suspira y acaba sentándose frente a su hermana.
Erisai dice 'quieres jugar a las cunitas, o qué? yo quería que te sentaras a mi lado, Ilstar'
Ilstar refunfuña y apoyándose en un brazo cambia de lugar.
Erisai sonríe y apoya la cabeza en el regazo de su hermano.
Es mediodia.
Ilstar aprovecha la posición de Erisai para no tener que mirarla a los ojos.
Erisai susurra 'estás muy raro. te fastidia que hayan ascendido a padre, es eso?'
Erisai levanta la cabeza buscando la mirada del muchacho.
Ilstar fija la mirada en alguna rama de los tupidos árboles.
Erisai refunfuña por lo bajo y vuelve a apoyar la cabeza en la pierna de Ilstar.
Ilstar dice 'cómo me puede fastidiar eso? no seas insensata'
Erisai dice 'qué sé yo? por lo mismo que me fastidia a mí la posición de madre en palacio? no te sientes más presionado? más... observado?'
Ilstar no puede evitarlo y baja la mirada para fijarla en Erisai.
Erisai esboza una leve sonrisa.
Ilstar susurra 'sí, en parte sí'
Erisai susurra 'y en la otra parte?'
Un pequeño cervatillo ha llegado desde el sur.
Ilstar parpadea y vuelve a concentrarse en la naturaleza que les rodea.
Erisai susurra 'en cierto modo me recuerdas a ese cervatillo'
Erisai contempla al cervatillo.
Aun no ha desarrollado del todo el bello pelaje que le distinguira
cuando sea un macho adulto, pero de todas formas seria un magnifico
trofeo para cualquier cazador.
Erisai dice 'no sé qué te pasa, pero estás cambiando, siento como si te alejaras de mí'
Ilstar también se había fijado en el cervatillo, pero por otros motivos.
Ilstar dice 'No lo sé Erisai'
Erisai dice 'puedo ayudarte? si me dijeras qué sientes, al menos...'
Ilstar dice 'Me siento muy incómodo en Shol Arbela'
Erisai dice 'incómodo? en qué sentido?'
Ilstar dice 'ardo en deseos de que me envíen lo más lejos posible'
Erisai observa a su hermano con extrañeza.
Erisai dice 'te ha pasado algo? algún... desengaño?'
Ilstar niega despacio.
Un pequeño cervatillo se va hacia el oeste.
Erisai se incorpora con expresión preocupada.
Ilstar dice 'simplemente me ahogo. Y el ascenso de padre.... No, no ayuda'
Erisai estudia el rostro de su hermano, aunque él se empeña en ladear la cabeza.
Erisai dice 'no sé cómo ayudarte...'
Ilstar dedica una pequeña sonrisa a su hermana.
Ilstar dice 'no puedes ayudarme, hermanita, ni yo sé qué me pasa'
Erisai dice 'yo tampoco me siento muy bien últimamente, no porque esté mal, tampoco sé explicarlo '
Ilstar se preocupa.
Ilstar dice 'Has vuelto a sentir fiebre?'
Erisai dice 'no.. no, eso ya pasó'
Ilstar lleva sus labios a la frente de la chica.
Erisai susurra 'estoy bien, estoy bien'
Ilstar niega confirmando.
Erisai se despereza con movimientos exagerados
Ilstar dice 'qué te ocurre?'
Erisai dice 'nada, Ils, tal vez es la edad, o el clima, o las circunstancias..., pero es curioso que los dos nos sintamos extraños'
Erisai mira hacia el norte, hacia la Llaga.
Ilstar sigue la mirada de Erisai.
Erisai susurra 'me siento desprotegida, quizás sea eso'
Ilstar acaricia la cabeza de Erisai.
Erisai sonríe a su hermano con ternura
Ilstar dice 'Tú nunca estarás desprotegida'
Erisai dice 'teniéndote a ti y a padre, seguro que no puede pasarme nada'
Ilstar asiente.
Erisai dice 'pero no me gusta que el ejército se haya ido al sur con el rey a la cabeza...'
Erisai se toquetea las trenzas con sus campanillas de plata recién estrenadas.
Ilstar dice 'Es el deber Risi'
Erisai se pone en pie.
Ilstar dice 'Todos tenemos deberes'
Erisai dice 'deber, deber... tu deber te va a llevar a manala, por un casual?'
Erisai ahora mira a su hermano con picardía.
Ilstar dice 'He de ir a Kanluum'
Erisai se aleja unos pasos en busca de la yegua que pasta tranquila y vuelve con ella junto a Ilstar
Erisai dice 'oh, sí!'
Ilstar levanta una ceja.
Erisai dice 'podrás llevar una carta para Marline?'
Ilstar se incorpora.
Erisai dice 'por favor, por favor'
Ilstar dice 'mmm, Sabes que no debería....'
Erisai dice 'por lo menos hasta canluum, aunque no te desvíes, desde allí llegará antes'
Erisai le dedica a su hermano una sonrisa encantadora.
Ilstar refunfuña.
Erisai dice 'vengaaa... Ilstar...'
Ilstar dice 'Qué es, para la prima?'
Erisai dice 'sí'
Ilstar suspira.
Erisai toma la mano de Ilstar y tira de él para ir caminando dirección a la calzada con la yegua de las riendas.
Ilstar se deja llevar.
Ilstar dice 'Está bien'
Erisai se detiene de golpe y planta u nsonoro beso en la mejilla de Ilstar.
Erisai dice 'gracias! te echaré de menos'
Ilstar mira a Erisai.
Erisai acaricia la mejilla de Ilstar con un dedo.
Ilstar dice 'Yo también te echaré de menos'
Ilstar no puede evitar sonreír más abiertamente.
Erisai susurra 'ojalá pudiera ir contigo'
Erisai devuelve la sonrisa y sigue caminando.
Ilstar niega.
Ilstar dice 'Sabes que no puedes'
Erisai dice 'ya lo sé'
Ilstar dice 'Tienes un deber en palacio'
Erisai asiente haciendo un nmohín
Erisai dice 'montemos o llegaré tarde'
Erisai monta en la yegua ayudada por Ilstar y espera que su hermano haga lo mismo
Ilstar monta detrás de ella.
Los mellizos se dirigen a Shol Arbela, silenciosos y pensativos, cada cual sumergido en sus cavilaciones.

domingo, 11 de diciembre de 2016

De Sloan.

Esta historia comienza en una aldea al Sureste de Lugar, que es la capital de las tierras de Murandi.
Es una pequeña aldea de unasocho o nueve cabañas de madera y allí los aldeanos se dedican a la agricultura y sobre todo a la ganadería.
En una de esas cabañas, vive una familia, donde hay un pequeño llamado Sloan, es un chico  de unos 9 años de edad,de pelo negro como la misma noche, ojos azules, como el cielo cuando está raso y una piel blanca como la misma leche.
   Desde muy pequeño, se pasaba la vida con su padre en las tareas de pastor y otras veces jugando con una espada de madera, dando con ella a espantapájaros que habían distribuidos por los distintos sembrados alrededor de la aldea.   Algunas veces marchaba con su padre a pastorear al noroeste de lugard siendo para él, una aventura impresionante dado la distancia a recorrer y estando varios días fuera de su hogar.
   En esos parajes Sloan lo pasaba jugando con los hijos de otros pastores; que también buscaban aventura con sus padres.
   Mas de una vez los chicos se asustaron al ver un enorme león que para saciar su hambre, atacaba por las noches los rebaños
Se decía muchas veces que algún día mataría a esa fiera.
   Al regresar a su aldea, y al pasar por la capital, iba con su padre a Lugard para ayudarle con las compras que éste debía hacer para suministro de su casa.
   Fue conociendo personas y aprendiendo de ellas las historias que le contaban a su padre de distintos pueblos y lugares; estas historias despertaban en Sloan una curiosidad tal, que se decía que cuando fuese mayor iría a explorar para conocer mundo.
   También bajaban a pastorear al sur de su aldea, cerca del río a las montañas haciéndese amigo del posadero donde pasaban muchas veces para comer.
   El barquero que pasaba a las gentes el río con su barca, que estaba prácticamente al lado de la posada, le hizo gracia el chico por la inquietud que le veía; y le cogió tal afecto que cuando pasaba con su padre por allí a pastorear no les cobraba la barca para cruzar el río, y muchas veces el chaval se quedaba con él mientras su padre pastoreaba por los montes; el barquero le contaba muchas historias de muy diversos lugares, y además escuchaba a los viajeros contar otras que atraían la atención de Sloan.
   Otros relatos le daban un poco de miedo, dado que veía que alguna vez pudiera ocurrirle a Muranddi, que era el lugar donde había nacido y conocía ya muy bien.
   Fueron pasando algunos años y Sloan crecía disfrutando con sus amigos y del ambiente familiar de la aldea, visitando algunas veces él solo a sus amigos el posadero y el barquero para que le contaran mas historias tan apasionantes.
   Un día cuando fue a ver a sus amigos al sur de la aldea, éstos le contaron que tuviese mucho cuidado que en los montes que había cruzando el río y al sureste, una mansión que había allí, había sido asaltada por unos trolloc, que como Sloan había escuchado en muchas ocasiones en las historias de algunos viajantes, eran horrorosos y muy fieros, y muchas veces formaban como un ejército al mando de algún hombre muy raro que sin ojos veía y podía moverse sin ninguna dificultad utilizando como una especie de magia extraña.
   Estos seres tan desagradables, eran seguidores del mal, del oscuro que pretendía gobernar el mundo por completo y hacer súbditos suyos a todo el que encontrase en su camino.   Con esta advertencia se dio cuenta que nadie podía estar tranquilo en ningún lugar, como su padre de decía siempre, que había que estar alerta y con los oídos y la vista bien dispuestos para poder reaccionar a tiempo.
   Un día que regresaba a su casa, cercano ya a la aldea, se encontró con su padre que estaba muy alterado y compungido, le cogió y lo escondió en un cajón encajado en la pared detrás de unos aperos de labranza, indicándole que no se moviese de ahí, dado que por los alrededores habían unos seres muy raros y feos, llamados trolloc que estaban atacando y arrasando todo lo que encontraban a su paso; le dijo que no se preocupase de él, que intentaría ayudar a otros hombres a deshacerse de esas vestías.
   Pasaron algunas horas, y se escuchaba desde el cajón sonidos que para Sloan eran novedosos, rugidos muy extraños, aullidos y a personas gritando ya no sabía si de miedo, dolor, o de muerte en muchos casos; escuchaba como tiraban todo por el suelo e incendiaban las casas, y en no mucho tiempo, dejó de oír las espadas al chocar unas con otras.
   Había pasado ya mucho tiempo, tanto como una eternidad visto desde un cajón escondido dentro de una pared, cuando se dio cuenta que lo que fuese había pasado ya; intentó moverse para sacudir el cajón y separarlo del escondite para poder salir, pero fue infructuoso y empezó a tener miedo de morirse de hambre y sed, cuando escuchó hablar cada vez mas cerca, a unos hombres que estaban viendo lo poco que había quedado del amasacre, y cuando las voces estaban muy próximas Sloan gritó pidiendo ayuda; entonces fue cuando lo encontraron y le contaron todo el amasacre acontecido en la aldea y alrededores, solo se pudieron salvar unos pocos pero su familia prácticamente había muerto y de sus conocidos muy pocos habían sobrevivido.
   A su amigo el barquero y el posadero, les dio tiempo para poder esconderse bien y no fueron encontrados por esos malignos trolloc.
 

viernes, 2 de diciembre de 2016

De Ilstar. 1


Necesitaba desaparecer durante un buen rato del bullicio de la ciudad. Era preciso aclarar la mente y de un tiempo a esta parte sólo lo conseguía con la soledad y la introspección. ¡Jefe de mensajeros! Por la luz. ¿Eso en qué lugar me dejaba a mí? En el mismo de siempre o todavía peor. Padre siempre quiso dejar bien claro que nuestro lazo familiar no iba a influir en mis obligaciones como mensajero. Entiendo que es su deber, pero si ya era más estricto de lo habitual para conmigo, ¿qué pasará ahora?
Paseo sin rumbo por los bosques aledaños a la capital, dando vueltas y más vueltas a los acontecimientos. Me ha parecido ver a Erisai cuando salía de las cuadras de palacio. Creo que me ha llamado, pero ya ni con ella consigo estar cómodo. Sólo la compañía de los árboles, la naturaleza y la carencia de gente hace que me calme. Ojalá padre me envíe pronto a un recado a la otra parte de Arafel, o incluso a Shienar o Kandor. Jamás he llegado hasta Saldaea, pero conforme están las cosas, lo más probable es que si hay algún mensaje para enviar a la aldea sureña más meridional, sea yo el encargado de ir. aunque, pensándolo bien, tampoco me importaría.
Unas voces me sacan de mis ensimismamientos. alzo la mirada y diviso a lo lejos a un par de centinelas que patrullan por el bosque. Ciertamente, demasiado lejos para verlos y mucho menos para escucharlos. Presto atención y consigo descifrar lo que dicen. Como la gran mayoría de la ciudad, su conversación trata sobre la partida de Paitar Nachiman hacia el sur. ¡quién fuera rey para poder partir de aquí? Muevo la cabeza incrédulo. Nunca hasta ahora había sido tan.... disidente. Siempre he tenido claro mi deber. ¿Entonces?
Doy media vuelta e inicio el retorno a Shol Arbela. Siento que tengo que encontrar a Erisai y ofrecerle mis disculpas. Nunca sería capaz de decirme nada, pero en sus ojos últimamente encuentro un gesto de tristeza y preocupación cuando nuestras miradas se cruzan. Gracias al Creador se ha recuperado ya de sus fiebres y ha vuelto junto a madre a servir en palacio. De sobra sabía que unas malditas calenturas no iban a sucumbirla, pero el alivio que sentí cuando por fin abandonó la cama fue notable. Atravieso la puerta del sur y devuelvo el saludo a a los guardias que las custodian. Ilstar Kathlein, el maldito hijo del Jefe de Mensajeros de Palacio.

De Erisai. 1


 

Querida prima:

 

Perdona porque hace mucho que no te escribo, claro que tampoco he recibido ninguna carta tuya. No sé si Ilstar podrá entregártela, ignoro si le toca salir o no, últimamente está muy reservado, lo veo poco y me cuesta mantener una conversación sin discutir. No importa. Si no te lleva él la misiva, la enviaré con una caravana que se pone en camino dentro de un par de días, según me ha informado Ebien, uno de los mozos del palacio. Sí, es como si te oyera, ya sé que mi hermano no debería portar cartas personales, pero, al fin y al cabo no lo son, ¿verdad? Son mías y no de él. Lo que no está prohibido, está `permitido.

Tengo bastante por contarte, así que me pongo a ello antes de que madre me reclame.

 

Me encuentro mejor, pero he pasado unos días bastante indispuesta, con fiebre, malestar, sudores y tremolinas. Aunque no me hubieran obligado a permanecer en ella, me habría sido imposible levantarme de la cama. Por suerte, ya habíamos celebrado nuestro decimosexto día del nombre. Como regalo me entregaron un bello cofrecito… ¡pero con útiles de costura! y unas hermosas campanillas de plata para mis trenzas. Fue una celebración discreta, pero padre pudo acompañarnos, y mi hermano todavía no estaba tan extraño como lo veo y lo siento ahora. Me tiene preocupada, pero él dice que no le pasa nada. Y también me entristece este alejamiento que de pronto se ha instalado entre nosotros, que desde luego no comprendo.

 

Más noticias. Lo más inverosímil, lo que nadie nunca pensó que pudiera ocurrir, ha sucedido. El rey Paitar y su comitiva, además de la reina Etenielle, el rey Easar y la reina Tenovia han partido hacia el sur. Quizás ya lo sabes, pero dudo que las noticias lleguen muy aprisa a Manala. A veces te envidio, vivir en un lugar más o menos tranquilo, lo más lejos de la Llaga posible, en un entorno rural. Me cambiaría por ti, Marline, créeme. Lo siento, me he vuelto a desviar de lo que quiero contarte. No cambio, siempre con la cabeza en las nubes, pensando en lo que me gustaría y no en lo que tengo y soy. Con la marcha del rey, hay un ambiente extraño en la ciudad. Yo me siento desprotegida, como si con su ausencia toda la Llaga fuera a desbordarse sobre nosotros. Padre es muy cuidadoso con lo que nos cuenta, apenas comparte informaciones con madre y conmigo, pero le veo abstraído desde hace unos días. ¡Por vierto! Olvidaba decirte que lo han ascendido a jefe de mensajeros. Es una gran noticia, aunque me temo que quizás para Ilstar no lo sea, supongo que se sentirá más presionado sabiendo que padre además de padre es ahora su superior.

 

Madre sigue tan estricta conmigo. Yo creo que algún día, cuando la señora Karena se jubile, la nombrarán ama de llaves. Lleva tantos años al servicio de palacio como sirvienta de mayor rango que desde luego se lo merecería. El problema es que su posición me afecta a mí directamente, por eso supongo que a Ilstar le sucederá lo mismo. A veces pienso que preferiría el hacerme soldado o trabajar de moza en las cuadras. Servir en palacio no es tan interesante como crees, aunque tiene sus ventajas. Si supieras la de detalles que hay que aprender y tener en cuenta… limpiar el polvo de todas partes, y menos mal que la austeridad de nuestro modo de ser ayuda a no acumular adornos. Barrer. Sacudir alfombras y tapices. Bruñir metales y abrillantar la plata. Cuidar que todas las lámparas contengan suficiente aceite o sebo para no apagarse jamás. Baldear los suelos. Procurar que siempre haya brasas para los calderos de los cuartos. Y esto solo en cuanto a la limpieza se refiere. Que si aprender a coser y remendar, a lavar las prendas de seda sin estropearlas. Tiene su gracia lo de coser, creo que al final podría gustarme eso de confeccionar prendas y bordar… pero zurcir es una pesadilla. Y la tarea de doncella… Me pongo tan nerviosa cuando he de atender a alguna dama, sobre todo si es una visitante, sobre todo si es sureña, sobre todo si es una remilgada noble de cualquier lugar de Tar Valon para abajo. El otro día, sin ir más lejos, le fueron con la queja a madre de que había dado varios tirones al peinar a la hija de una renombrada mercader. ¡Si tenía el cabello corto como un muchacho!

 

Hace una semana pude asistir a la actuación de un juglar en la posada del Fugaz Destello. Me escapé cuando se suponía que debía estar cosiendo medias. Solo fue una hora y nadie se percató de mi ausencia. Tampoco nadie me reconoció, al menos eso creo. Y fue maravilloso, Marline, qué canciones más bellas, qué historias… Comentan que el cuerno de Valere ya fue soplado, que se vio al Dragón Renacido luchando con el Oscuro en el cielo de Falme, y el juglar lo cantó y narró tan vivamente que yo pensaba que estaba allí… Tuve que pasarme la noche remendando, pero valió la pena.

 

No me queda mucho tiempo. Anuncian la llegada de un grupo de Aes Sedai un día de estos. Hace bastante que no se instalan aquí. Por lo general se alojan en el palacio de Kiruna Sedai, pero ella tampoco está. Siempre es muy emocionante verlas, a ellas y a sus Gaidin. Entonces, aunque me muera de los nervios, sí que me gustaría servir a una de las Hermanas. ¿Te figuras?

 

Tengo que irme. Te abraza fuerte y con cariño, tu prima:

 

Erisai

 

sábado, 26 de noviembre de 2016

De Linelle. Una vieja preocupación.


Linelle se humedeció los labios y se acercó un poco más al tejido. Alisó un negro hilo de cera y lo vio combatir contra el orificio de una cuenta de plata.
El viento iba barriendo el polvo de la ladera.  Las montañas de la niebla, o "la fumadora" como le llamaba ella, exhalaban la humedad matinal que hacía llorar a las ventanas. Solía salir por las mañanas a sentarse en su escritorio de trabajo y dejarse mimar por esa frescura. El sol estaba tan dulce.
- ¿Te ayudo con eso? - Preguntó su nieto mayor. Abel se quitó el gorro y caminó hacia Linelle pateando los yuyos crecidos. Con un té humeante en la mano se acercó a la mesa de trabajo y se lo tendió a la mujer.
- ¿Eso es para mí? - Linelle empujó, suave pero vistosamente, el té que ella misma se había preparado para hacer lugar al que traía Abel.
- ¿Te molesta que intente ayudarte? Me preocupas. - Abel había suavizado la voz para demostrar empatía, a la vez que intentaba mantener el tono de voz bajo para que ella no lo tomara como una discusión. ¿por qué no dejarían todos de intentar adivinar lo que pensaba?.
- No hay de qué preocuparse. Vuelve a la cama. - forzó una sonrisa. - Es madrugada aún. El sol apenas asoma. Todavía puedes ganar algo de descanso.
- Te haré un poco de compañía. - Sin esperar confirmación, Abel acercó una mecedora y se sentó a un lado de su abuela. - ¿Qué haces?
- Intento - El tono sonó más agrio de lo que pretendía.- no perder la cuenta y terminar este emblema. - Linelle volvió a concentrarse en la bolita de plata. El hilo, ya saliendo del otro lado del orificio, se encontró con otros, rojos y plateados. Contó dos nudos y tomó un nuevo color. Dos nudos más y la siguiente cuenta de plata. Sus dedos alejaron el tejido y pudo ver cómo las estrellas plateadas sobre el llano rojizo diagramaban la bandera de Ghealdan.
- Pensé que podías venir a vivir conmigo y con Shiana. Creo que te vendría bien despejar la cabeza.
Tal como lo predijo, la conversación mutó rápidamente de tejido hacia la mudanza.
Linelle dejó el emblema, visiblemente enojada, y apoyó las manos sobre la mesa de madera. Levantó la vista y dejó que el azul del cielo la serenara.
- Abel, como siga despertándome una hora más temprano cada día para poder concentrarme y tu hagas lo mismo terminaré tejiendo a la hora de la cena.
- Necesitas hablar. Tienes que transitar los sentimientos.- Se empecinó en decir él. Como si realmente comprendiera lo que pasaba por su cabeza.
- El cuerpo de Varic volvió al entramado. Probablemente sus hilos se han entrelazado con los hilos de otras maravillosas personas y quién sabe si no se encuentra ya formando parte de una nueva vida. Varic está tan vivo como lo ha estado siempre. En mi mente, y con algunas habilidades disminuidas. Claro que no se queja porque la comida esté demasiado caliente. Ni batalla conmigo por la escoba a la hora de limpiar el polvo. Por el resto, está tan cerca mío que puedo sentirlo. No hay de qué hablar. Ya no quiero hablar de ello tampoco. Y ahora, si me disculpas, ¡tengo que terminar este emblema que le traigo prometido hace años!.
Abel dio media vuelta y se fue ofuscado. Linelle le habló al tejido: "No logro discernir si se enoja más porque no puede aceptar tu muerte o si más le pesa que no vaya a hacerle de ayudante de cocina ahora que ha dejado embarazada a la mujer".
El primer cambio de actitud lo había notado hacía ya veinte años, cuando su hijo finalmente tomó sus cosas y se fue a hacer feliz a su mujer en su propio hogar. Varic no se había preocupado, por supuesto que no. Él no confundiría ese cambio y adaptación por una debilidad. Los hijos crecen y se van. Tan cierto como que al día lo sucede la noche. Tan cierto como que Varic aun la oía y asentía con el pensamiento.
Cuando su hijo se hubo mudado todos se afanaban por ir a visitarla a diario. Eso incluía esperar una cena, una sonrisa materna y un dulce saludo desde la puerta de entrada. Luego volteaba para ver el caos en que había quedado la casa. Varic estaba allí encorvado intentando levantar las porquerías que los niños dejaban tiradas. Ella le pasaba por un lado, acariciando su espalda, para seguir camino hacia los trastos sucios. "Si éste es el esfuerzo que hacen para que no suframos su partida..." Nunca se enojaba por los hechos. El "hecho" en aquel momento era suciedad y desorden. Sabía que las intenciones de las personas raramente eran malas. El hombre hace cosas malas no por el placer de ser malas sino porque le reporta un beneficio y no miden el perjuicio si éste recae sobre otros. Si una frase fuese estandarte, esa sería el suyo.
Eventualmente la familia logró un nuevo equilibrio. Linelle había contribuido a su desarrollo guardándose tan poco para sí como le parecía conveniente. Si bien sus hijos y nietos se habían alejado, era cierto que las pocas veces que se veían era siempre tiempo de calidad.
Disfrutaba de ese equilibrio, hasta que lógicamente nuevos acontecimientos desestabilizaban la rutina. Para colmo Varic había muerto. No es que no supiera que ocurriría tarde o temprano, pero no la había ayudado a preparar a los niños. Y ahora tenía que soportar que la trataran como una minusválida emocional. Que la hicieran perder tiempo en pensar si los equivocados eran ellos o no. ¡Claro que ellos son los equivocados!
Sintió que el efecto que tenía en ella era el contrario. Cuando su nieto se despertaba preocupado en las madrugadas sólo le estaba demostrando que él mismo no soportaba la falta física de Varic. Cuando su mujer la invitaba a vivir unos días a su casa creía que ponerla a limpiar y cocinar la distraería de pensar en Varic. Pero si él era de las pocas cosas que la hacían sentir plenamente feliz. No le quitarían a su marido. Nadie podía manipular su mente para que le olvide. Y si no estaban dispuestos a aceptar que su duelo fuera un duelo sano y sin estallidos de llantos o desperdicios innecesarios de energía. Entonces era lógico que no la conocían.
Miró a la fumadora y sintió una caricia de complicidad. Lógico que no la conocieran. Con sólo pensar en uno o dos importantes secretos que había celado de casi todos salvo de su querido Varic, se le puso la carne de gallina.

jueves, 24 de noviembre de 2016

De Farid y Sloan. Misión I





Te encuentras en una de las herrerias mas famosas de Tar Valon,

el herrero trabaja incesantemente ya que tiene muchos pedidos

que terminar, quizas tenga unos minutos para ti.



     Aqui hay una forja para trabajar en tus armas e instrumentos de metal.

El herrero esta aqui trabajando.



Farid observa los fuegos de carbon con brillo en los ojos... no se sabe si

es el reflejo o la especial emoción que siente con un martillo en la mano.





Sloan ha llegado desde el este.



Farid mira un bloque de acero con atención.



Sloan dice 'saludos señor'



Farid coloca el bloque en un yunque y da un leve golpe con el martillo.



Sloan dice 'disculpe mi ...'



Susurras 'schss'



Farid se concentra en la pieza.



Farid sigue golpeando el acero cada vez con más fuerza.



Sloan se limpia el sudor de la frente.



Farid te observa de reojo.



Dices 'con un saludo era suficiente'



Dices 'descansa'



Sloan se pone en posicion de descanso.



Sloan dice 'disculpe señor'



Sloan dice 'Estaba entrenando'



Farid vuelve la mirada al acero.



Farid asiente con un leve gesto de cabeza



Farid levanta el martillo y sigue con su trabajo.



Farid se detiene de golpe despues de hacerte esperar unos minutos.



Dices 'supongo que puedo seguir dentro de unos minutos'



Farid se fija atentamente en ti.



Dices 'joven Sloan'



Sloan dice 'dígame señor'



Farid se aleja del yunque y el carbon incandescente.



Dices 'ven apartate un poco del fuego'



Sloan sigue a Farid alejandose del fuego.



Farid se seca el sudor de la frente con un paño.



Dices 'estabas entrenando'



Sloan se seca el sudor de la frente.



Sloan dice 'sí señor'



Dices 'eso está muy bien!'



Dices 'ves esa pieza de acero?'



Sloan dice 'sí señor'



Dices 'nosotros somo como ese acero'



Dices 'pero con el tiempo...'



Dices 'nos convertimos en eso'



Dices 'fuertes y flexibles, y casi irrompibles'



Dices 'en guardianes'



Sloan dice 'esa es mi meta señor'





Tras unos segundos de duda.



Farid saca un papel de su bolsillo.



Dices 'ves este papel, tiene el sello de la madre'



Sloan dice 'sí señor'



Dices 'es algo que tenemos que hacer...'



Dices 'y debes hacerlo tú'



Dices 'no es lo habitual, enviar a un cachorro que debería pasar 12 horas al día entrenando'



Dices 'pero no queda otra'



Dices 'debes cumplir el objetivo y recuperar el anillo'



Farid te da un papel.



Sloan coge el trozo de pergamino y lo lee atentamente.



Dices 'busca al mercader que nos informó del robo'



Dices 'esta en Renal un pueblo en el sur al oeste de Tear'



Sloan dice 'Si señor!'



Dices 'Él te espeará hasta el día 24 del mes de Shaldine.



Dices 'te va a dar indicaciones para la busqueda'



Sloan 'Asiente con un gesto de cabeza'



Dices 'prepara el petate para el viaje, puede llevarte algunas semanas, lleva lo necesario'



Farid te da una bolsita con monedas.



Dices 'guarda bien el oro de la madre'



Dices 'viaja ligero y rápido, no debes llegar tarde'



Dices 'vuelve a Tar Valon, debemos devolverselo a la madre'



Sloan dice 'bien señor'



Sloan dice 'todo lo necesario por la madre'



Dices 'así la guarde la luz'



Dices 'partiras mañana al alba'



Sloan dice 'bien señor'



Farid te da una palmadita en la espalda.



Dices 'cuidate joven'



Dices 'el mundo es peligroso y más en estos diías'



Sloan dice 'gracias señor'



Sloan dice 'en breve procuraré estár aquí de nuevo'



Farid se gira de golpe y vuelve a la fragua.



Sloan dice 'da su permiso para marchar señor?'



Farid coge el bloque de acero y lo mete entre carbones.



Sloan cambia el apoyo de los pies una y otro vez, está inquieto.



Farid asiente a Sloan sin hacerle mucho caso, ahora solo existe el acero y el martillo.



Sloan dice 'saludos señor'



Sloan se va hacia el este.



Susurras 'Luz! Es tan joven e inexperto, espero haber elegido bien. Un cachorro no

debería salir de la torre, debería entrenar cada día en el patio'



La duda vuelve a cruzar por la mente de Farid.





De Arhelyn. De mi renacimiento.




                Mucho se espera de los hijos mayores, lo saben, ¿verdad? Pero cuando eres la hija mayor de los Vartfilet (comerciantes, ambiciosos, competitivos y cairhieninos), el asunto se vuelve aún peor. Desde pequeña intentó criárseme en el gran juego, en historia, matemáticas, economía, en cómo sacar lo que los de extramuros no tenían… Pero a mí, a mí me llamaban la atención las batallas, los rumores de falsos dragones, la vida al aire libre, y no podía imaginarme rigiendo la tienda de papá toda mi vida, o casándome con un comerciante que la llevara en mi lugar ¡Eso peor! Nadie tendría que decirme qué hacer, que decir, cómo decirlo para que se crea esto o aquello… nadie.

                Mis padres decían que lo soportaría porque, de lo contrario, mi hermana Goraime heredaría la tienda en mi lugar y yo tendría que empezar todo desde cero, que ese privilegio me pertenecía a mí por ser la mayor. Y yo… Y yo envidiaba la suerte de Goraime: su libertad, sus estudios más relajados, sus clases a elección.

                Sin embargo no todo era tan malo. Mi nodriza (mi madre estaba demasiado ocupada en la tienda y fingiendo ser noble), opinaba que me exigían mucho. Y con un poco de intriga aprendida en Cairhien, y con su experiencia en el uso de la daga adquirida en Saldaea, su país natal, decía que haría de mí una guerrera oculta. También me atiborraba de pasteles cuando yo quisiera, y me compraba todos los vestidos y trajes de montar que se me ocurrieran. La excusa era que siempre debía presentárseme bien en sociedad.

                Todo era perfecto, con mi nodriza de mi lado creía que podría soportarlo. Hasta que un día llegó mi padre diciendo: “pequeña, tus deseos se han cumplido. Ya no necesitas seguir con la tienda de la familia. Vas a casarte con un joven de una casa noble menor, y con ello meterás a la familia al fin a la nobleza. Tu hermana tomará tus clases a partir de ahora, y tú… tú recibirás otras lecciones que no sabía que necesitarías.
                “Ese noble vino de casualidad a la tienda una vez en que practicabas con tu madre, te vio, y comenzó a negociar tu mano –como si yo fuera un objeto, pensé-, no pongas esa cara, Arhelyn, ya verás que todo será maravilloso”.

                Me sentí morir: eso pondría fin a todas mis ambiciones. Ambiciones que existían, deseaba poder, pero al filo de mi daga; deseaba fama, pero por mi pericia en la batalla; deseaba lujo, ¡pero el que yo ganara!

                Agobiada y preocupada esa noche me acosté y me costó conciliar el sueño. Al hacerlo, soñé algo que parecía muy real… estaba en un lugar con una cama enorme y mullida, tapices rosa y muebles caoba con adornos de plata reluciente, era mi habitación, extrañamente iluminada sin velas aunque fuera de noche. Pero mi daga favorita, mi símbolo de poder y riqueza se transformaba en la silueta de la cara de un noble cairhienino que decía: “amada mía, soy tu perdición, tu oscuro y tus renegados… y si no me obedeces perecerás bajo mi mano”.

                Sentí miedo, la daga se vino en contra de mí, que siempre la empuñé… Y me pinchó en la mano derecha sacándome sangre. Debía hacer algo…, algo que me libere de la nobleza impuesta, de las obligaciones familiares, de la intriga de mis padres… de todo eso… si pudiera saltar… si mi necesidad me llevara a otro lado… Si mi necesidad…

                De pronto me encontré ante una torre blanca, alta e imponente, de hechura ogier. Los había visto en Cairhien cuando aún reconstruían las torres interminables; había hablado con ellos también, una tarde en que no tenía clases, mejor dicho que me escapé de clases, y ellos me contaron de muchas obras que habían construido para ellos, muchas obras maravillosas y las arboledas que las acompañaban. Esa torre solo encajaba con un lugar: tar Valon y la Torre Blanca.

                Pero ¿Tar Valon? ¿Qué habría en Tar Valon para mí? ¿Qué podría yo necesitar? ¿Necesitar algo de tar Valon? En un abrir y cerrar de ojos me encontré en un lugar con un arco retorcido, y me vi a mí misma tomando un chal verde.

                La impresión me despertó y descubrí que en mi mano derecha había un pinchazo ensangrentado. Y el sueño, y la torre, y la urgencia de escapar se hicieron más reales. Me puse a pensar sobre los ajah… Había visto en la Gran biblioteca un libro que hablaba de ellos. Me levanté y esperé que la biblioteca abriera para consultarlo.

                Una vez dentro y con el libro en mis manos, descubrí que había un ajah verde relacionado con las batallas y con enfrentar al oscuro. Las Aes Sedai… Las creadoras del gran juego… Las Aes Sedai del Ajah verde, las guerreras por excelencia… ¿Seré capaz de encauzar el poder? ¿Qué pierdo con probarlo? ¿E iré detrás de un sueño que lastima? Bueno, si no puedo encauzar, al menos podré saber qué significa eso. Las Aes Sedai lo saben todo, y tal vez pueda ser una de ellas.

                Con esto en mente llegué a casa, dispuesta a empezar una nueva vida. Dije a mi sirvienta que me iría de viaje con papá a Tear, que debía prepararme provisiones y todo como si viajara sola, que en eso consistiría la siguiente prueba. Y cuando todo estuvo listo partí, no dije adiós a nadie, volvería a verlos algún día, seguro. Solo dejé una nota en el ajuar de novia que mi madre estaba adaptando para mí. No tardarían en verla, pero para ese entonces, yo ya estaría lejos… muy lejos, donde nadie pueda decidir por mí, donde la nobleza no pueda alcanzarme, donde sea dueña de mí, donde el oro no siga a los comerciantes.

jueves, 8 de septiembre de 2016

De Nathiza. ¿La palabra... o el deber?


Vi que el tripulante se había marchado y corrí sin dilación hacia la mesa donde se hallaba mi hermana. Ambas nos estrechamos en un fraternal abrazo; al separarnos exclamó Nadisha rompiendo el silencio: -No esperaba verte aquí... -A decir verdad yo tampoco, - repuse, y menos así vestida de esa manera... no pude evitar hacer una desagradable mueca al mirar su atuendo.

--Bueno, hay que adaptarse a las circunstancias - dijo sonriendo con desgana. -¿qué circunstancias?? - pregunté mientras cogía una silla vacía y me sentaba a su lado.

-Hay pistas sobre donde podría estar nuestra madre, y quiero averiguarlo en persona. -¿estás loca? - le solté. ¿Crees que no te reconocerán? quítate esos guantes y dime: ¿que ves? ¿Qué crees, que si usas ese bonito vestido no sabrán de dónde provienes? -bueno, - intentó replicar: -En Tanchico ha sucedido lo mismo, ¿recuerdas?

- Lo que sucedió en Tanchico fue totalmente distinto, fue la única solución que pudo encontrar ese pobre hombre para sacarnos de allí. No obstante, eso no significa que pasáramos desapercibidas por ojos más atentos, asique no compares. -tú no tienes por qué hacer esto. Te estás poniendo en ridículo, deberías de regresar conmigo; de hecho ya vienen hacia aquí a buscarnos - dije, mientras echaba una rápida ojeada hacia la entrada de la posada.

-¿qué?  Nadisha se puso rápidamente en pie, tensa. -no... Eso no puede ser.... ¡no puedo volver! ¡Tengo que saber dónde tienen a madre! ¡Tenemos que salvarla! algunos parroquianos que jugaban a los dados en una mesa cercana a la nuestra, al oír el grito de mi hermana dejaron su juego y se detuvieron a escuchar disimuladamente nuestra conversación. La mirada que les lancé bastó para que dejaran de prestarnos atención y volvieran a lo suyo.

-Baja la voz - le espeté. ¿-que no te das cuenta que nos están observando? hice una seña dirigida hacia donde se hallaban los hombres. Mi hermana se limitó a encogerse de hombros. -no me importa - contestó al cabo de unos momentos. Quiero recuperar a nuestra madre, y lo voy a hacer sea como sea.

-¿Ah, si? ¿Y cómo lo harás? rebajándote, ridiculizando nuestras costumbres, ¿exponiéndote? esa no es la forma. Deberías de dedicarte a esforzarte y aprender lo que debes de aprender. ¿Tú crees que a mí me vale la suerte de nuestra madre?

-Almenos yo estoy haciendo algo... - respondió de malas maneras. Miré a mi hermana con rabia contenida. -Si fueras mi aprendiza te colgaría boca abajo de algún mástil y te azotaría un día entero... - dije entre dientes.

-Pues no soy tu aprendiza, ni tu eres una detectora de vientos - me cortó. Sentí unas inmensas ganas de abofetearla. -no, no -no puedo perder la calma - pensé. Nadisha suspiró apesadumbrada. -lo siento - se disculpó. Es que estoy muy nerviosa por toda esta situación. Te pido por la luz me perdones.

-por la gracia de la luz quedas perdonada, eres mi hermana, y no podría pelearme contigo. Además, supiste reconocer que te equivocaste, y eso da una clara muestra de quien eres, y de donde provienes - dije mirándola significativamente. De repente, un grito proveniente de la posada hizo sobresaltar mis nervios y los de mi hermana. -¡Allá vienen los marinos!

-luz, - exclamamos ambas al unísono. -Nathi, Nathi... debes ayudarme... ellos no deben saber que estoy aquí... - susurró Nadisha

    -No, sentencié plantándome en jarras: el que yo haya demorado mi estancia en esta posada es por ti, para llevarte con los nuestros que es donde debes estar. Hice un amago de ir hacia la puerta, pero Nadisha me detuvo cogiéndome por los hombros y atrayéndome hacia ella con rostro suplicante.

-Hermana, yo te prometo que regresaré con los nuestros. Que nos bañaremos juntas como antes y compartiremos el vino, que me someteré a lo que deba someterme, aprenderé lo que tenga que aprender y serviré a mi pueblo donde haya que servir, pero ¡estoy desesperada! lo de madre me a impactado mucho, ya sé que a ti también, pero es que luz, ¡tengo que intentarlo! necesito me des tu palabra de que no dirás nada de esto.

Miré a mi hermana a los ojos y suspiré con cierto pesar. Mi cabeza era un cúmulo de sensaciones. Me sentía feliz por volver a verla, pero a su vez enojo y decepción por sus extrañas actitudes y una gran preocupación por lo que pudiera pasarle.

Al fin me había decidido a retener a Nadisha y esperar a los demás. -pero... ¿qué pasaría si hiciera eso? temí que mi hermana pudiera hacer alguna necedad. -de acuerdo me oí decir. Esas palabras fueron luego un golpe en carne viva.

-por la luz y mi esperanza de salvación y renacimiento, prometo guardar tu secreto hasta que los vientos te devuelvan a casa.

-por la luz y mi esperanza de salvación y renacimiento, prometo como ya he dicho, que nos volveremos a bañar juntas, que compartiremos vino, y todo lo ya mencionado. -Bien, dije con expresión solemne: nuestro pacto queda sellado. Espero que la gracia de la luz siempre brille para tí, y que los vientos propicien tu vuelta a nosotros sana y salva. Y que te devuelvan la cordura - pensé para mis adentros. Sin más preámbulos, llvllevé mi mano rápidamente al pecho de Nadisha y luego a los labios. Mi hermana hizo lo propio, y a continuación me dispuse a ir al encuentro de los demás miembros del 'Estrella de plata.


Una vez en la posada.



La detectora de vientos entró a la posada seguida del tripulante. Saludó a la posadera cortésmente, luego hizo un gesto para que saliéramos. -¿qué ha pasado aquí? dijo con voz glacial mirando ora al tripulante, ora a mí. – ¿así me lleven todas las tormentas - que hago? pensaba yo:

-Em... yo... me siento muy mal, detectora, me ha dado de pronto un fuerte dolor en el estómago. La expresión tormentosa de mi rostro terminó de convencer a la detectora de vientos que atribuyó esto a mí supuesto malestar. -¿Y tú, por qué dejaste a esta grumete aquí y sola? -preguntó con un dedo apuntado hacia el tripulante.

-Yo... - fue lo único que este alcanzó a decir. -hablaré con el contramaestre haber que opina al respecto, y en cuanto a ti, niña, vamos al 'Estrella de plata que ya no tienes nada que hacer en este sitio, y ya no tardan en venir los demás. Te irás a tu camarote, y luego mandaré a alguien a que vaya a buscar alguno de esos brebajes que preparan las mujeres aquí.

-Si me permitís, maestra... - dije con cautela: tengo algunas hiervas en mi morral, y...

La detectora de vientos resopló sonoramente. -Bien, ya veremos. Luego los 3 regresamos a nuestro barco.


Una vez estando ya en el camarote, alguien llamó a la puerta. Era el tripulante trayendo una exquisita sopa de pescado. -Antes que nada, debo pedirte disculpas -dije mientras tomaba la bandeja que me tendía.

Salí a navegar por un mar embravecido, e  hice que las corrientes te arrastraran a ti conmigo.

Comencé a explicarle lo sucedido. -Y entonces ahora me encuentro a la deriva - terminé.

-¿Cómo romper la palabra dada para cumplir con el deber? ¿Y qué pasaba si hacía lo que tenía en principio decidido? yo vi el brillo casi demencial que tenían los ojos de mi hermana cuando me dijo lo que pensaba hacer, y cuando le comuniqué que ibais a buscarla... y te aseguro que la culpa que sienta porque piense que yo la traicioné es lo de menos.

-y tú crees que pudiera llegar a hacer algo? -preguntó:

-no lo sé, y eso es lo que me atemoriza, y lo que me hizo sentir obligada a empeñar mi palabra.

El tripulante asintió silenciosamente. Conversamos unos minutos más, y luego él se marchó, mientras yo reflexionaba sobre mi situación.


Fin.



















lunes, 1 de agosto de 2016

De Zaia. Historia (parte I)


La voz de un anciano se escuchaba fuertemente...
He dicho que no, ella no sabe nada y creo que lo mejor para la pequeña es que siga siendo así
Zaia vivía con una pareja  de ancianos que se encargaron de ella  desde la noche que una mujer alta con ojos oscuros y cabellos negros como la noche, tocara su puerta y les dijese a la pareja que se ocuparan de ella.

Vivía cerca del puerto, en una especie de cabaña, la cual poseia en su interior un par de habitaciones que estaban amuebladas con unas camas de madera con colchones de paja,
 un pequeño armario donde no cabía mucha ropa ,
una estanteria con algunos libros y una mesita que tenia un plato de porcelana donde había una vela.
La cocina, era la misma de un barco, con su cocina de hierro forjado con dos fogones enormes,
un armario donde estaban todos los utensilios para cocinar,
una pequeña despensa donde se guardaban todos los alimenntos y una pileta donde se limpiaban los alimentos y se fregaban todos los utensilios despues de las comidas.
El salon era lo mejor de la casa, tenia un sillón de madera de roble, que era donde se senttaba el anciano, al lado tenia un sofá de madera tambien que estaba adornado con cuatro cojines grandes de colores llamativos, al lado habia una vitrina la cual hacia de biblioteca donde podrian haber unos cien  libros,

una mesa rectangular de madera tallada y acompañada de 6 sillas de un color mas oscuro que la mesa y al frente el enorme ventanal el cual estaba adornado por unas cortinas de seda fina que daba al puerto .

Desde que
la joven supo que podia encauzar acudía todo los días al Estrella de fuego,
donde sus detectoras le enseñaban a controlar el poder único.

Zaia aprendía muy deprisa y sentia la necesidad de aprender mas rapido las lecciones, pero no le permitian  aprender mas rápido que las demás aprendizas .
Pero no obstante, la joven en la intimidad de su habitación,
abrazaba la fuente y se ponia a practicar todo lo aprendido  para así poder perfeccionar sus tejidos.

Como toda aprendiza, ella soñaba en ser una de las mejores detectoras y estaba muy segura de ello,  porque controlaba muy bien el poder.

Una fría mañana de invierno, Zaia dormía profundamente ignorando lo que sucedia en el salón de la pequeña cabaña que era su hogar desde que la dejaron siendo ella un bebe.

La anciana como todos los dias , preparaba el desayuno, se escucharon unos golpes  secos en la puerta,abrirse esta, entró una mujer, la cual aquellos ancianos no esperaban ver en su hogar.
una mujer hermosa,  (como sin dudas lo será zaia  pendsó la anciana al verla entrar) segura de sí misma, acostumbrada a mandar y ser ovedecida, de mirada
dura y actitú gélida.
 Se trataba de la Navegante del Estrella de fuego donde la joven asistia a sus clases diarias.

La mujer entro al salón y anuncio con voz mas gelida.....
he venido a llevarme a Zaia, mañana el Estrella de fuego sale a la mar y no sabemos cuando será el regreso.

Tras unos segundos donde nadie decia nada,
el anciano se puso en frente de la mujer y con una voz temblorosa le dijo no os la podeis llevar aun por diós, es una niña y aun no posee los conocimientos necesarios para ir a un viaje sin vuelta.

la navegante se limitó a escucharle con gessto impasible. dio dos pasos y mientras acercaba una silla para sentarse, sus pendientes tintinearon suavemente.
se sentó he hizo un gesto con la mano indicando a la anciana  que le sirviera un poco de te de la tetera que reposaba en la mesa. la anciana obedeció casi
por inercia, pero no paraba de sollozar. tomó un sorbo del te y explicó con una voz que ella pensaba sería suave y tranquilizadora:
no pueden evitar que me la lleve. es una chica muy aplicada y pronto será una de nuestras buenas detectoras.

un murmullo lejano fue despertando poco a poco a zaia hasta que abrió los ojos. las voces provenían  del salón,
pero no  lograba escuchar claramente.
Sin pensarlo dos veces abrazo el saidar, la invadió su dulzura, sintió tanto gozo, un torrente difícil de
controlar. los colores se hicieron más vivos, tanto que casi hacían daño a la vista. y lo escuchó:
 escuchó las voces, escuchó a la navegante que decía: 
ahora me marcho, espero a zaia mañana en el estrella de fuego.
 Tras cerrarse la puerta salió de la cama rápidamente y se vistió, bajó a toda velocidad al salón para decir a su navegante
que si, que sí se iría con ella, que era lo que más deseaba. pero cuando llegó, la navegante ya se había ido. en su lugar vió a los dos ancianos sumidos
en una gran tristeza.
 entonces zaia sintió una punzada de culpa. yo tan feliz, reflexionó. y no había pensado en la gran tristeza que supondría aquello para los ancianos.

A la mañana siguiente y con la ayuda de la anciana,
Zaia empaqueto todo y se despidió de los ancianos y les prometió que volveria.